Hace poco descubrí al escritor francosuizo Jacques Chessex (1934-2009). He leído tres novelas suyas: El vampiro de Ropraz, El último cráneo del Marqués de Sade y El ogro.

Fue un autor con predilección por los temas fuertes; en estas tres obras: el vampirismo, el sadismo y el odio al padre. Sus novelas piden a gritos una crítica freudiana, pero yo no la haré, pues en esta sección me ocupo más de los textos que de sus contextos (alguien tenía que hacerlo), así que hoy pongo la lupa sobre un recurso retórico que Chessex usa con profusión, hasta convertirlo en gallardete de su personal y estiloso estilo: la enumeración.

El corto capítulo X de El último cráneo del Marqués de Sade es una sucesión de enumeraciones, con las que organiza una sobrecargada minuciosidad; esta, a su vez, crea una distancia intelectual e irónica que nos protege de sus propios excesos y nos los hace llevaderos. He traducido algunos pasajes:

Se le administran sedantes opiáceos, sales calizas, grageas de azogue para sus cólicos de estómago, sales de Carlsbad, aceites esenciales de jengibre y de cacao…

Enseguida salta del vademécum a los fogones:

…incluyendo en su menú capón, que adora, caldo de gallina de La Bresse, huevos escalfados con trufas, cremas de cidra y vainilla, vinos añejos, coñacs, armañacs, café veneciano y turco, bombones de azúcar aromatizado y hasta canutillos rellenos de chocolate, que lo enloquecen y que le recuerdan la huida a Venecia con su cuñada, la delicada y ardiente Anne Prospère de Launay.

Esta enumeración refuerza la autoridad del narrador, al concederle grandes dotes de observación y de memoria, y con ello da más verosimilitud a lo descrito. Acto seguido vuelve a la medicina de Galeno:

Cólicos, vértigos, inflamaciones, glándulas suprarrenales irritadas, boca ardiente, ahogos, tos con flemas, obesidad, piernas pesadas, úlceras varicosas…

En El ogro hallamos usos más importantes de las enumeraciones. Mediante una de ellas, organizada como una lista, nos hace ver cómo un instante terrible se graba para siempre en la memoria del protagonista:

Sabe que recordará penosamente ese momento en el que se le hunde el suelo. Recordará, como en una caída, lo que se ve por el ventanal del café:

un vendedor de helados […]

un Mercedes con matrícula alemana […]

un funcionario con un lápiz en la oreja

un perro que mea contra una boca de riego

las palmeras del muelle

la techumbre grisácea del mercado

el disco solar completamente rojo en el cielo naranja.

Detalles intranscendentes que tienen, para él, toda la transcendencia del mundo, pues fabrican el momento angustioso en el que se da cuenta de que ha perdido un amor.

Hay una astuta gradación: las primeras cuatro imágenes enumeradas son groseramente prosaicas, pero las tres últimas se nos aparecen marcadamente poetizadas. Se poetizan a medida que se va haciendo evidente la trágica importancia del momento.

En esta historia bella y tremenda de odio y muertes, el clima obsesivo que la caracteriza se consigue en gran medida con las enumeraciones, que logran un poderoso efecto martillador:

Completamente inmóvil, se sentía de repente acribillado por olores de caminos sepultados, de hierba mojada, de humus putrefacto, de rastros de babosas, de insectos zancudos, de alimañas malignas y atemorizadas…

La enumeración, en manos de un buen escritor, es un recurso retórico muy poderoso. Jacques Chessex es un gran enumerador.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios