Análisis

Ángel jiménez

Conversación soñada entre un periodista y un futbolista

Enhorabuena por la victoria, Jacinto. -Muchas gracias. La pena es que la conseguisteis por una acción inmoral. -Bueno, noto que me empujan y el árbitro pitado y ganamos, que es lo importante. -Según las imágenes, te tiras para engañar al árbitro, privar voluntariamente a tus rivales de un punto y que tu equipo logre dos que no le correspondían. ¿Qué te parece ese ejemplo para los muchos jóvenes que te consideran un referente? -Bueno, lo importante es que el equipo ganó. -Jacinto, tú tienes un hijo de dos años, ¿verdad? -Sí. -¿Te gustaría que fuera un mentiroso? -No, claro que no. -Entonces, creo que deberías reconocer que lo que has hecho es un acto inmoral, y también deberías arrepentirte, condenar tu acción y luchar para que estas conductas antideportivas y de mala educación sean erradicadas del fútbol y de nuestra sociedad. -Bueno, es que todos engañan para intentar ganar. -¿Y eso lo convierte en algo bueno? -No, pero mi obligación es ayudar a que mi equipo gane. -¿De cualquier manera? ¿Vale todo con tal de ganar? -Bueno, me voy. No voy a seguir con esta conversación. -Señoras y señores, ya lo han visto y escuchado. Jacinto ha sido incapaz de reconocer y condenar su inmoralidad. Si seguimos permitiendo (a veces hasta aplaudiendo) las conductas antideportivas, estaremos maleducando a los jóvenes, ofreciéndoles como alternativas dignas comportamientos que son despreciables. Es nuestro deber ayudarles a rechazar lo malo y a alabar lo bueno. ¿No es eso educar?

Por cierto, mis queridos lectores, en las horas siguientes a esta soñada y deseada entrevista, sería también de recibo escuchar la enérgica condena del presidente del club de Jacinto, pues se supone que está para velar por la imagen y el honor del club, y también serían de esperar las palabras de rechazo por los aficionados, a los que debería doler que se manchase la reputación del club de sus amores. Somos humanos y metemos la pata; está claro. Pero lo verdaderamente terrible y descorazonador es que tras ello no aparezcan la repulsa, el arrepentimiento y el deseo de rectificar, requisitos indispensables para avanzar tanto en lo individual como en lo social.

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