Análisis

antonio sempere

Deconstruir el género

La trayectoria de Mateo Gil está siendo de todo menos acomodaticia

Cuando supe de la existencia de Las leyes de la termodinámica de Mateo Gil, hará de esto casi un par de años, que el tiempo corre que vuela, enseguida me vino a la cabeza el cortometraje Di me que yo del mismo autor. Escrito así, separado, a base de pronombres y posesivos. Aquel corto de hace un década fue un trabajo de todo punto fundacional. Una deconstrucción del género de la comedia romántica en toda regla.

Di me que yo era una divertidísimo ejercicio de estilo en el que un guionista avezado como Gil se atrevía a jugar con buena parte de los tópicos del género, y estereotipo va, estereotipo viene, componer en no más de quince minutos un mosaico en donde cualquier espectador medio podía reconocerse.

Aquel cortometraje, amén de inteligentísimo, estaba condimentado por una serie de ingredientes de lujo. Desde una pareja de actores en estado de gracia, Judith Diapthake y Fele Martínez, hasta una fotografía medida y una música a la altura de las circunstancias firmada por Fernando Velázquez.

Imagino que desde que aquel primer borrador de guión descansó en el cajón del escritorio de Mateo Gil, existió la posibilidad de transformarlo en largometraje. Y seguro que, a pesar de todas las distancias que los separan, algo hay del fundacional Di me que yo en estas Leyes de la termodinámica que ahora se presentan en público.

Merecería Mateo Gil buena suerte. Su carrera está siendo de todo menos acomodaticia. Habría que llamarle osado si no fuera porque, sobre el papel, domina como pocos los resortes de ese cine que llamamos comercial, y que sin embargo, cuando sus películas llegan a la cartelera, no parecen serlo tanto. Desde Nadie conoce a nadie (contestada en Sevilla) hasta Blackthorn y su infravalorado Proyecto Lázaro, le ha faltado una verdadera pegada con el público. Ya veremos cómo responde el público soberano.

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