Análisis

Juan carlos cilveti puche

Domingos de procesión

Desde hace algunos años, cuando llegan estas fechas no me resisto a escribir algo sobre la procesión marítima que, con salida desde el puerto, pasea por la bahía malacitana a la Virgen del Carmen. Aun con el recuerdo del cortejo de 2016 que, debido al mal estado de la mar tuvo que ser acortado, la salida celebrada hace no demasiados días, ha participado de una curiosa circunstancia que ya se repitió en 2006.

Manteniendo una muy acertada normativa que reduce la capacidad de personas que pueden subir a bordo del remolcador donde va embarcada la patrona de los hombres de la mar, la procesión, seguida por un cada vez más reducido número de embarcaciones (una tónica que se viene repitiendo desde hace ya varios años), cumplió con su habitual programa; un itinerario que se escenificó sin ningún tipo música y en el que no faltó el encuentro con la imagen de la Virgen del Carmen submarina que está situada frente a las playas malagueñas.

Pero con independencia de todo lo que les acabo de contar, la celebración marítima que este año ha realizado la cofradía carmelitana, ha puesto de manifiesto una curiosa circunstancia que, aún siendo o pareciendo un tanto absurda, se ha convertido en una tradición de años.

Con la costumbre de realizar la procesión que sale del puerto (la que se ha venido en llamar oficial) en la jornada dominical que sigue al día de la patrona, este año el calendario ha hecho coincidir el 16 de julio en domingo. Ante esta circunstancia, quizás, lo más lógico hubiera sido celebrar este cortejo en su fecha; un hecho que, de forma puntual y sin tener que romper la tradición, habría unificado todas las salidas procesionales que sacan a la mar a la Virgen del Carmen.

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