Crónica personal

Pilar cernuda

La Generalitat, malherida

No hay un solo país que pueda respetar el resultado del simulacro de referéndum que pasará a la historia de Cataluña como una página negra. Con un agravante que permanecerá para siempre en la biografía de Puigdemont: con él, el Govern ha perdido credibilidad, respetabilidad y prestigio.

Lo ocurrido ayer ha sido una farsa de tal categoría que es imposible que nadie riguroso pueda confiar en Puigdemont o en ninguno de sus colaboradores. Pero hay algo aún más grave: su irresponsabilidad como gobernante ha dejado malherida la propia imagen de la Generalitat. Los jueces decidirán qué delitos ha cometido Puigdemont según el Código Penal, pero, de entre todos ellos, destaca el daño que ha hecho a Cataluña, a los catalanes y a la Generalitat.

Visto lo visto, habría que preguntarse sobre quién o quiénes pueden ser, en el futuro inmediato, interlocutores entre el Estado y Cataluña. Visto lo visto este 1-O es evidente que una posible negociación es hoy inviable. Rajoy no puede negociar con quien se ha saltado todas las normas de la democracia.

Puigdemont sólo mira por los ojos del rencor, la agresividad y la mentira. Pronunció ayer la palabra vergüenza para calificar la actuación de Guardia Civil y Policía Nacional. Lo que produce vergüenza es que un presidente democrático haya actuado al margen de la ley, organizado un referéndum en condiciones que ni siquiera se atreverían a avalar las dictaduras más recalcitrantes y, además, haya ordenado a sus fuerzas de seguridad que no intervengan más que para proteger a los independentistas. Vergüenza habría sido no intervenir contra el acto de sedición preparado por Puigdemont, y las imágenes son claras: los agentes respondieron a las agresiones y lo hicieron con mucha más prudencia que policías de otros países que el presidente catalán y la alcaldesa Colau consideran ejemplares. Lo que no puede admitir un Gobierno democrático es perder la autoridad. El Ejecutivo no podía quedarse de brazos cruzados contra una iniciativa que rompe España, hiere su Constitución y no acepta a quienes no comparten su criterio.

No podía permitir que Puigdemont y su corte -o cohorte- ganaran esta guerra.

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