Análisis

nacho artacho

Lo que se dice volar

Dedicó su estancia en tierra a escribir la historia de un niño que hoy cumple 75 años

En la boca de un pez estaba la placa. Tardó en darse cuenta el hombre; en parte, porque los destellos del metal al sol se confundían con los de la pesca, que aún saltaba en las redes; en parte, también, por ese empeño casi infantil en no ponerse las gafas cuando se echaba a la mar. La cabezonada, por repetida, había acabado desesperando a la esposa, que se veía viuda cada vez que la barcaza abandonaba los muelles. Sin otro argumento al que acogerse y harto de soportarle cada mañana las predicciones de desastre, Olivier Beauvue terminó por confesarle a su mujer que pescaba de oído.

Para desenganchar la cadenita de la que colgaba la chapa, el anciano desventró el jurel. Tuvo que acercársela hasta la nariz para poder leer la inscripción: Antoine de Saint-Exupéry. Aquélla fue la primera de una serie de revelaciones que lo tuvieron atento a los informativos durante meses. Después vino el hallazgo de los restos de un Lightning P-38 despanzurrado y esparcido a todo lo largo de la costa marsellesa. Finalmente, las declaraciones de un piloto de la Luftwaffe, quien -menos ya de este mundo que del otro- quiso acallarse la conciencia y reconoció haber derribado el avión del escritor francés.

En la carrera como aviador de Antoine de Saint-Exupéry, los accidentes se habían sucedido con una regularidad conmovedora. En 1937, una patrulla de rescate tuvo que abrir a machete la selva guatemalteca para llegar hasta él. Lo encontraron suspendido de una rama y absorto en las piruetas de los micos. Apenas dos años antes, un beduino lo había rescatado tras estrellarse en mitad del Sáhara. Cinco días anduvo por el desierto convencido de que serían las alucinaciones, y no la sed, las que habrían de darle fin.

A lo largo de su vida, Saint-Expupéry sólo se permitió veintisiete meses de estancia continuada en tierra. Los dedicó a escribir la historia de un niño que precisamente hoy cumple setenta y cinco años. Y ahí lo tienen: hecho un chaval. Tan peligroso como siempre.

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