Análisis

Ángel jiménez

¿Por qué le dicen 'hijo de puta' al tito Ángel?

Yo tenía diecisiete años y era mi segunda temporada como árbitro de fútbol. Dirigía un partido de cadetes (chavales de unos quince años) y uno de ellos me dijo: "Me cago en tu puta madre". Como consecuencia de ello, lo expulsé. Seguidamente, algunos aficionados empezaron a insultarme, como suele pasar, pues estamos hartos de ver que, después de una expulsión por agresiones físicas o verbales, los seguidores no se ponen del lado de la víctima y condenan (no con faltas de respeto, pero sí por lo menos haciendo ver que lo ha hecho mal) al agresor, sino que los colores nublan el uso de la razón.

Aquel día, varios familiares fueron a verme, entre ellos una sobrina de seis años. Ante lo que se oía, la niña preguntó a mi hermano: "¿Por qué le dicen hijo de puta al tito Ángel?". No supo qué contestar. Eso sí, se prometió a sí mismo que jamás volvería a llevar a un menor cuando fuese a verme arbitrar. En el resto de mi trayectoria, tuvo cientos de oportunidades para incumplirlo, pero nunca lo hizo.

Creo que yo también me habría quedado sin palabras. ¿Cómo se le explica a una niña que en un acontecimiento deportivo, en el que deben primar la diversión y la sana convivencia, haya personas que se dediquen a comportarse tan irrespetuosamente y que ofrezcan a los jóvenes ejemplos tan deplorables?

Unos años después, tras finalizar un vibrante e igualado partido, también de cadetes, uno de los jugadores del equipo derrotado vino a saludarme. En ese momento, varios aficionados (es de suponer que de su equipo) que se habían acercado a donde estábamos empezaron a decirme improperios. Yo todavía no había tomado la medida de parar los partidos en los que los espectadores emitían insultos (lo que me supondría el apodo de Árbitro de la paz), así que lo que estaba escuchando no era sino la continuación de lo sucedido durante el choque, o, lo que es lo mismo, lo que cualquier árbitro estaba, tristemente, acostumbrado a soportar. Y entonces acaeció algo impactante, el joven jugador miró a los aficionados y, señalándome a mí, gritó: "¡Un poco de respeto para este hombre!". El mundo al revés: el menor educando a los adultos.

Hoy todavía me pregunto, ¿de verdad pensamos que no se puede hacer nada por la ética en el fútbol? Yo sé que se puede. La cuestión es qué personas quieren de verdad, es decir, quieren implicarse en el cambio.

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