Análisis

josé j. arenas

Físico de Sistemas Complejos Asesor del Centro de Ciencia Principia

No nos interesa la ciencia, salvo que...

Desde el origen de los tiempos, el ser humano, ante su necesidad de trascender, ha mirado al cielo y se ha preguntado por cuestiones fundamentales: ¿Tiene fin el Universo? ¿De dónde surgió el mundo? ¿Habrá vida más allá? Últimamente, también hemos dirigido nuestra mirada hacia los cielos, pero ha sido para preguntarnos: ¿me caerá a mí?

Probablemente, nunca una estación espacial fue tan popular y estuvo tan presente en los medios. La Tiangong-1 (palacio celestial), en órbita terrestre desde 2011, albergaba un laboratorio espacial de, aproximadamente, ocho toneladas, pero el satélite no ha saltado a la fama por ser la primera estación espacial que el país asiático ha logrado poner en órbita, ni por los experimentos que se hayan podido desarrollar bajo la ingravidez. La estación espacial china ha tenido presencia diaria en la sociedad porque podía caernos encima. Dicho satélite dejó de estar tripulado en 2013 y, según anunció la Agencia Espacial China en septiembre de 2016, fuera de control y en caída libre debido a la progresiva pérdida de energía que la mantenía en órbita. Por tanto, la reentrada controlada que estaba prevista no podría realizarse. Desde ese instante, la alarma y el morbo sociales y mediáticos han ido incrementándose exponencialmente, convirtiéndose la Tiangong-1 en un Gran Hermano Espacial. La medianía de su interés social se cerró con su final en el Pacífico Sur el pasado 2 de Abril.

Por otra parte, desde un punto de vista científico, podríamos preguntarnos: ¿cómo es posible que sepamos que el 2 de Agosto de 2027, a las 09h 41m, se iniciará un eclipse total de Sol visible en Málaga, pero no hayamos sabido dónde o cuándo iba a caer el satélite? La respuesta está en la física; el movimiento de la Tierra y la Luna alrededor del Sol, salvo ínfimas perturbaciones gravitatorias, no se ve afectado a medio plazo, con lo que si se conocen con suficiente exactitud parámetros relativos a distancias y velocidades, se puede predecir su trayectoria futura con un error mínimo. Sin embargo, la Tiangong-1, a una velocidad que rondaba entre 27.000 y 29.000 km/h y a una altura inicial media de unos 350 kilómetros sobre la superficie terrestre, se encontraba afectada por otros parámetros como rozamiento con la atmósfera, perturbaciones meteorológicas en su descenso, densidad variable del aire, etc. Estas y otras magnitudes difíciles de medir o estimar, unidas a la elevada velocidad del satélite, hacen que el movimiento del mismo no se pueda predecir con alto grado de precisión ya que el más mínimo error en alguna de las medidas afectaría fuertemente a su teórica trayectoria, formando lo que se denomina en ciencia un sistema complejo. Tan sólo en la fase final de su movimiento podría predecirse la posición e instante de su caída a la Tierra, como así ha sido.

Cómo decíamos antes, la estación espacial no ha sido tan popular por ser la primera que China ponía en órbita (sumándose a la nueva carrera espacial), ni por los avances científicos que pudieran estar desarrollándose en su laboratorio, ni por las curiosidades físicas sobre la imposibilidad de predecir su trayectoria descendente, sino por su caída al suelo (o al océano). Parafraseando a los galos:

No nos interesa la ciencia, salvo que ésta pueda caer sobre nuestras cabezas.

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