Análisis

nacho artacho

Los juegos del espejo

En ocasiones, la propia naturaleza de lo repetido también produce monstruos

Desconfiaba Borges de los espejos y de la cópula, porque ambos multiplican la realidad. En ocasiones, la propia naturaleza de lo repetido no sólo conduce a una infinitud insoportable, sino que además produce monstruos. Algunos de ellos, como ya le ocurriera a Polifemo, encuentran en Sicilia su lugar.

La noche del 17 de octubre de 1969, mientras una tormenta desproporcionada inundaba Palermo, dos soldados de la Cosa Nostra entraron en el oratorio de San Lorenzo. Con una cuchilla de afeitar, arrancaron de su marco la Natividad de Caravaggio. Desde entonces, las hipótesis sobre el paradero de la obra se han sucedido sin solución. La más extendida sostiene que la tela, descuidada en su escondite, fue alimento de las ratas y del fuego. La versión cinematográfica, por contra, asegura que permanece intacta y que se expone como una reliquia durante las reuniones de la organización. La semana pasada, Gaetano Grado, un arrepentido en busca de beneficios penitenciarios, confesó que la pintura había sido troceada para facilitar su salida al mercado clandestino. Cierta o no, la historia del informante reabre un caso cuyas oscuridades se compadecen con las del propio pintor.

Del carácter pendenciero de Michelangelo Merisi -Caravaggio para el siglo-, da fe un historial delictivo que casi supera en amplitud al artístico. Amistades poderosas lo libraron de las causas abiertas por tenencia ilícita de armas o por agresiones a las fuerzas del orden. No lograron auxiliarlo, sin embargo, cuando el artista hirió mortalmente a un joven al que pretendía cercenar los genitales en pleno partido de pelota. Huyó hacia el sur procurando una seguridad que no llegó. Esquivó atentados y delaciones, pero no pudo hacer lo mismo con la malaria y el saturnismo que lo fueron consumiendo. La muerte le sobrevino cuando marchaba a Roma para solicitar el perdón papal. Llevaba encima tres lienzos. Dos de ellos nunca aparecieron.

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