EL presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, aprovechó ayer un encuentro informal con periodistas tras la celebración de la Pascua Militar en el Palacio Real para abundar en sus críticas a la Conferencia Episcopal española por las declaraciones realizadas en la manifestación de hace ocho días en la capital de España por el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, y el de Valencia, Agustín García Gasco. Ambos arremetieron contra la política social del Gobierno y advirtieron que las leyes relacionadas con el aborto, el divorcio y el matrimonio homosexual conducían a la disolución de la democracia. Pues bien, Zapatero elevó un grado más su oposición frontal a estas tesis. El líder socialista quiso dejarle claro a la jerarquía eclesiástica que "nadie puede imponer ni fe ni moral ni costumbres", pues la libertad en estas materias constituye "el ADN de la democracia" y, además, hizo hincapié en que el Gobierno se manifestará "con contundencia" cuando no esté "muy de acuerdo con los obispos" porque éste es "el deber de un Ejecutivo democrático". Habría que preguntarse a qué viene seguir abundando sobre una polémica que parecía ir apagándose. Y, tal vez, la respuesta la encontremos en el propio tiempo preelectoral que vivimos y en el interés que puede tener el PSOE de mantener viva una disputa que le permite tensionar a sus bases electorales. El Gobierno tiene todo el derecho del mundo a defenderse de unas acusaciones tan agrias y frontales como las esgrimidas por la Conferencia Episcopal, pero da la impresión de que quiere seguir manteniendo una confrontación que, como ya dijimos la semana pasada, no beneficia a nadie. Todos tienen derecho a defender sus opiniones, pero conviene buscar puntos de acercamiento y apoyar declaraciones conciliadoras como la del propio Zapatero, cuando subrayó ayer que estas tensiones no llevarán a la revisión de las relaciones del Gobierno con la iglesia católica, o las del presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, que el viernes solicitó a sus obispos que afronten las dificultades sin culpar a la derecha o a la izquierda de sus males.

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