La tribuna

antonio Montero Alcaide

Abandono escolar prematuro

NO son escasas las prevenciones, y hasta rotundos los cuestionamientos, que entre los docentes encuentran algunos principios de las ciencias de la educación. Y tampoco quedan muy atrás las controversias cuando toman terreno los economistas, con análisis aplicados a la educación, provistos del capital humano y de la productividad. Al cabo, de la economía basada en el conocimiento, como preconiza la estrategia europea con objetivos y puntos de referencia para el próximo año 2020. Una consideración, para empezar, resulta básica: el incremento de la permanencia del alumnado en el sistema educativo, a fin de alcanzar mayores niveles de formación, redunda tanto en el desarrollo personal como en el auge económico de la sociedad.

Así las cosas, el informe Objetivos educativos europeos y españoles. Estrategia Educación y Formación 2020, correspondiente a 2014, pone a España en el último puesto del porcentaje de población de 18 a 24 años que ha completado, como máximo, la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y no sigue ningún estudio o formación en el año 2013. Como punto de referencia europeo para 2020 se adopta el 10% de esa población. En 2013, la media de la Unión Europea (UE) es del 12% y España ocupa el último lugar, con el 23,6%, resultando mayor la incidencia en los hombres (27,2%) que en las mujeres (19,8%). Cierto que en poco más de una década ese porcentaje español ha bajado siete puntos, sobre todo a partir de 2009, como efecto, este menos lamentable, de la crisis. Y que incluso el porcentaje de 2014 continúa descendiendo hasta el 21,9%, pero la previsión más fundada es que en 2020 se sitúe en el 15%, 5 puntos por encima de la media europea. Y Andalucía, con el 27,7%, sólo queda por delante de Ceuta y de Baleares.

Luego el abandono escolar temprano es un rasgo característico de nuestro educativo, que nos distancia de los índices europeos y señala una falla relevante en la continuidad formativa de los jóvenes españoles. Si bien, otros índices representan la realidad como un diábolo: altas tasas netas de escolarización en la Educación Infantil, hasta los 4 años de edad, con porcentajes ya significativamente por encima de los registros medios de la UE y de las previsiones de 2020. Y asimismo altos porcentajes de la población de 30 a 34 años de edad titulada en enseñanza superior universitaria y no universitaria, con registros que superan también tanto los porcentajes medios de la UE como los establecidos para 2020.

Otro estudio reciente, en este caso publicado por la Fundación Ramón Areces y la Fundación Europea Sociedad y Educación, dentro de un conjunto de trabajos reunidos bajo el título de Reflexiones sobre el sistema educativo español, advierte la influencia de tres variables sociales y económicas en el abandono escolar temprano. Una es el nivel de renta disponible por los hogares, de modo que la reducción de ese abandono prematuro beneficia a los grupos sociales de mayor renta y alcanza en menor medida a los jóvenes de familias con menos ingresos. Otra corresponde al nivel de estudios de los padres, ya que cuanto más alto ayuda a reducir de forma significativa la probabilidad de abandono escolar. E influye, además, la categoría social y profesional de los padres, puesto que se constata mayor incidencia o posibilidad de abandono en los hijos cuyos padres tienen una baja cualificación profesional. De estos tres factores, el efecto del nivel de estudios de los progenitores es el más destacado. Por lo que se cuenta con una conclusión evidente: incrementar el nivel de estudios influye en el desarrollo personal y social y refuerza la vinculación entre la economía y el conocimiento.

Por último, ha de estimarse una circunstancia que deriva de la reforma del sistema educativo recientemente acometida. La incorporación de las evaluaciones finales de etapa, conocidas como "reválidas", determina que, para obtener las correspondientes titulaciones, los alumnos han de superar las materias de las etapas y aprobar las reválidas. Pues bien, los alumnos que concluyen la ESO, si no aprueban la reválida, aunque superen las materias de las enseñanzas, no obtienen título ni certificado alguno, lo que les impide continuar estudios hasta que aprueben la reválida en otra convocatoria o, en su caso, superen cursos o pruebas de acceso a la Formación Profesional. Circunstancia que se ha corregido en el Bachillerato: los alumnos que no aprueben la reválida pero superen las materias pueden acceder a la Formación Profesional de Grado Superior. E incluso para los alumnos que no concluyan la ESO pero titulen en la Formación Profesional Básica: pueden incorporarse a la Formación Profesional de Grado Medio y el título cuenta con efectos laborales para acceder al empleo. Apremia, por tanto, salvar esa falla que trunca la continuidad formativa.

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