Hemos llegado a tener la sensación de que, desde el primer martes después del primer lunes de noviembre, no hay vida más allá del señor Trump y la amenaza americana. Pero no hay que engañarse, porque a pesar de ese señor con cabellera rojiza y frases groseras, la vida sigue y el hecho americano no va a cambiarla. Como muestra ahí tenemos al (¿nuevo?) gobierno del Rajoy que, como se esperaba, no contiene sorpresa alguna. Nuestro presidente es tan previsible que la novedad o la renovación han desaparecido del panorama político español. Algunos parecen extrañarse de que haya nombrado un ejecutivo que es un calco del anterior, como si esperaran que su posición minoritaria en el Parlamento pudiera obrar milagros. De hecho, la sordina que el señor Rajoy intenta poner a la vida política española no se rompe ni ante el estruendo que la irrupción de Trump ha significado. Mientras que sus colegas de otros países, Holande en Francia o Merkel en Alemania, tratan de matizar o puntualizar su primera comunicación de cortesía con Trump hablando de igualdad, dignidad o derechos humanos, el señor Rajoy ha cumplido el trámite con una insulsa felicitación, sin alma ni contenido que parecía estar escrita antes de saberse el resultado, porque da la sensación que lo mismo servía para el presidente electo que para la fracasada candidata Clinton.

Que nadie se lleve a engaño, si en algo es especialista nuestro reelegido presidente es en no hacer ruido, en pasar desapercibido, en intentar confundirse con el mobiliario y en dejar que pasen las cosas como si de inevitables fenómenos naturales se tratara. Quien pensó que el nuevo mapa parlamentario nos iba a brindar una vida más movida que vaya abandonando la esperanza, porque el manto de la previsibilidad y la rutina caerá sobre el hemiciclo a poco que se descuiden. Forjará pactos, que duda cabe, pero lo hará sin alharacas ni grandilocuentes concesiones. Así hizo política siempre y así la seguirá haciendo. Y para aquellos que esperan que los grandes cambios que necesita este país nacerán desde los escaños de la oposición, mejor aceptar la realidad y concluir que la tupida red de reglamentos, decretos, acuerdos y vetos pararán cualquier intento de que entre aire fresco en la política española. Rajoy es un superviviente del aburrimiento y de la rutina sin brillantez; y así seguirá. Sinceramente, si queremos sensaciones fuertes y sorprendentes, no nos va a quedar otro remedio que mirar a occidente a ver qué hace un señor de cabellera rojiza que se llama Trump.

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