Acariciar con palabras

Decir 'portavoza' es una agresión a la lengua, pero médica, ingeniera o jueza si es correcto para la RAE

Puedes acariciar a la gente con palabras, decía Scott Fitzgerald, y a mi me gusta pensar que es cierto. El drama es que la lengua se puede usar también para dar mamporros, aunque eso no resulte tan poético. Incluso se puede usar para dar mamporros a la propia lengua. Decir portavoza, por ejemplo, es una agresión a la lengua, según protesta gente muy seria, aunque decir médica, ingeniera o jueza sí sea correcto para la RAE, curiosamente. Feminazi, en el otro extremo, tampoco es una palabra recogida en la RAE, pero el término, paradójicamente, lo popularizó un académico, Pérez-Reverte. ¿Es más o menos conveniente que portavoza? Todos aceptamos que la lengua se transforma con la sociedad, pero la clave, la gran pregunta, es si puede suceder al revés, si puede la lengua transformar a la sociedad. Yo no tengo ni idea, no entiendo mucho de lengua. Pero al parecer no soy el único, en la RAE solo hay un 17% de mujeres. De ahí quizá que cometan errores como lo de portavoza. O de ahí quizá esas reglas, vaya usted a saber.

Pero las reglas, no solo las de la lengua, dicen mucho de las sociedades. En Málaga, por ejemplo, tenemos una normativa para regular quién puede dar de comer a los gatos callejeros, pero ninguna que pueda impedir plantar un cachotel en mitad del puerto. ¿Qué dirá eso de nosotros? Y, ante todo, ¿cachotel estará en la RAE? No voy a levantarme a comprobarlo, más que nada porque eso tampoco sería un impedimento. Al dinero le importa una higa la RAE, y, además, nuestro paisaje, a diferencia de nuestra lengua, no parece ser tan importante. Con el paisaje sí que puedes hacer cualquier fechoría sin riesgo de "romper nuestro modelo de sociedad occidental", que dirían en el PP. Es curioso, ¿qué verán tan peligroso en el feminismo? Hasta un obispo ha apoyado la huelga de mañana, "lo haría también la Virgen", ha dicho. Y en la Iglesia no tienen un pelo de tontos, mucho menos con la lengua. Desde el Concilio Vaticano II se permite, y se recomienda, la misa en lengua vernácula, en el idioma propio de cada nación. Es decir, la Iglesia sí que entendió que la lengua es un vehículo fundamental para llegar a la mente de la gente, aún a riesgo de que la misa suene bastante peor. Pero, bueno, quizá era mucho esperar que a estas alturas todos fueran tan abiertos de mente como en la Iglesia.

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