Postales desde el filo

Acusar al agredido

Buena parte de la izquierda esconde su oportunismo bajo el argumento de que contra Rajoy todo vale

Los programas de edición de fotografías digitales incluyen una función que dice (supongo que es una mala traducción) eliminar ruido y que, si no entiendo mal, sirve para quitar manchas o imperfecciones del original. No estaría mal que, con una simple aplicación, pudiéramos limpiar todo el ruido y la suciedad que rodea al 1 O. Cuando oímos las muchas entrevistas que se hacen estos días a los dirigentes del independentismo, comprobamos cómo, instalados cómodamente en la posverdad y en los hechos alternativos, son impermeables a cualquier refutación que pueda alterar la ficción de su relato. Nada los perturba, fracasará cualquier intento de llevar la entrevista al territorio de la fáctico. No tienen la duda de que el 2 O existirá la república catalana como un hecho alternativo. Algo con una validez similar al cómputo de asistentes a la toma de posesión de Trump. En definitiva, las entrevistas son diálogos de besugos que es, para decepción de los que creen que hay que dialogar, la única forma de relacionarse con el secesionismo. En el título Sangre y Tierra, de su libro Sin palabras, Mark Thomson habla de los autenticistas -una especie que en taxonomía política incluye a nuestros independentistas- afirma que: "Para los autenticistas lo que más importa no es el argumento, sino la narración: sus "verdades" están entrelazadas de forma inextricable con las narrativas que cuentan sobre su comunidad. La facticidad de una afirmación cuanta menos que su concordancia con la narrativa. Si algo se siente como cierto, entonces, en cierto sentido, debe ser cierto". El autenticismo alcanza, como es obvio, sus cuotas más preocupantes cuando se estudia en el contexto del totalitarismo del siglo XX.

El problema es que estas prácticas se han extendido más allá del sagrado territorio. Una buena parte de nuestra izquierda esconde su irresponsable oportunismo bajo el argumento de que contra Rajoy todo vale. No importa que estén en riesgo elementos básicos de nuestra convivencia. Proclamar que el presidente es el principal responsable de lo que pasa en Cataluña, y no los que han causado el problema, es atrincherarse tras una afirmación contrafáctica. Rajoy es responsable de muchas cosas, también de haber cometido errores en la forma de gestionar el problema independentista. Más por defecto que por exceso. Pero considerarlo máximo responsable del aquelarre catalán es acusar al agredido y excusar al agresor.

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