CUANDO uno se jubila, intenta llenar su tiempo con trabajos o labores que le gusten. Yo, por mi profesión, sigo investigando sobre temas que la madre naturaleza nos da y, en este caso, es la bendita agua, sin la cual no podríamos vivir. El agua forma parte de nuestro cuerpo en un 60 %, de modo que se convierte en el elemento vital e imprescindible para poder vivir.

El ciclo del agua es un proceso puramente físico, evaporación, condensación y precipitación de forma sencilla. El agua cae del cielo y se reparte por la tierra dejándose guiar por los cauces naturales, ríos, arroyos, subterránea, en forma de hielo, etc.

Las necesidades de elementos químicos como son los iones están dentro de la composición del agua y como nuestra madre naturaleza es sabia nos proporciona estos elementos en el agua que bebemos.

Desde que nos cae del cielo hasta que la consumimos, el agua sufre unos procedimientos de adecuación por parte de las empresas potabilizadoras que los Ayuntamientos contratan. Estos no se pueden permitir el lujo de que el agua de consumo sufra una contaminación. El agua del grifo tendrá mayor o peor sabor, pero es segura. En cada turno de trabajo, los profesionales especialistas realizan diferentes análisis al agua de la red y añaden el cloro necesario para asegurar la eliminación de gérmenes. En algunas ciudades el agua es tan buena que los pediatras recomiendan a las madres elaborar las papillas y biberones con agua del grifo.

Son muchas las personas que consumen aguas minerales envasadas, porque no se fían del agua de red o por el sabor a cloro. Lo primero no tiene fundamento y lo segundo se puede corregir añadiéndole al agua unas gotitas de limón, por ejemplo. No es que quiera desmerecer a las aguas minerales, pero sí desenmascarar la poca fe en el agua del grifo.

En mis paseos he ido recogiendo botellas de agua mineral y no me podía ni imaginar que solo en Málaga he recogido unas 60 marcas de aguas envasadas. ¿Tantos manantiales disponemos? Pues sí, he encontrado botellas de Lugo, Gerona, Badajoz, Granada, Huesca, Murcia, Málaga, Jaén, León, Toledo, Asturias, Segovia, Soria, Pontevedra, Álava, Albacete, Salamanca, Cuenca, Palencia, Almería, Castellón, Cáceres, Valencia.

Además existen las aguas tratadas, que son aguas procedentes de la red, pero que han sido filtradas por filtros especiales que eliminan ciertos elementos y rebajan otros.

Por otro lado, disponemos de los aparatos que se adaptan al grifo y garantizan un agua pura. No puedo afirmar que estos aparatos sean adecuados, pero sí recomiendo que se aseguren de que mantienen los elementos químicos necesarios y que no sean eliminados en su totalidad.

Las aguas minerales envasadas se rigen por el decreto1074/2002 del 18 de octubre del 2002, donde se regula la elaboración, circulación y comercio de aguas de bebidas envasadas. Se hace mención de que estas aguas no deben tener mas de 1,5 mg/l de flúor.

Las aguas de mineralización muy débil no deben contener menos de 50 mg/ml de residuo seco. Las de mineralización débil, hasta 500 mg/ml de residuo seco y las de mineralización fuerte, más de 1500 mg/ml.

Las aguas denominadas bicarbonatadas pueden contener más de 600 mg/l de bicarbonato. Las sulfatadas más de 200 mg/l de sulfato. Las cloruradas, más de 200 mg/l de cloro. Las cálcicas, más de 150 mg/l. Las magnésicas más de 50 mg/l.

Las ferruginosas, más de 1 mg/l de hierro. Las fluoruradas más de 1mg/l. Las aciduladas más de 250 mg/l de anhídrido carbónico libre y las sódicas más de 200 mg/l. Pero las aguas que indiquen que son aptas para dietas pobres en sodio deben contener no más de 20 mg/ l.

El real decreto es muy exigente en las normas y su cumplimiento garantiza que las aguas envasadas estén garantizadas para su consumo. Sin embargo, yo soy un gran defensor del agua de nuestra red, ya que sufre varios controles al día y los especialistas se encargan de nos proporcione una mineralización equilibrada y con la garantía de estar exenta de gérmenes perjudiciales por la cloración.

Existe el falso axioma de que el agua del grifo puede ser la responsable de la formación de cálculos renales por su contenido en calcio. Esto no es cierto puesto que todavía no se ha podido establecer una correlación causa-efecto en las formación de cálculos renales. Las aguas de los diversos manantiales citados son muy variables en su composición, destacándose algunas por su alto contenido en algunos iones y otras por su escaso contenido.

En total, he recogido 50 etiquetas de botellas de aguas envasadas procedentes de manantiales españoles. En general, todas tienen una composición química dentro de la normalidad, sin embargo, algunas son demasiado bajas en iones como para ser recomendadas para niños y otras tienen algunos iones en cantidades muy altas que sería conveniente consultar al médico por la posibilidad de no ser la adecuada en caso de ciertas patologías.

Muchas etiquetas muestran la composición con una letra demasiado pequeña, que es necesario ponerse gafas para poder leerlas. En consecuencia, sería conveniente añadir en el real decreto algunas normas de consumo que figuren en las etiquetas y puedan orientar al consumidor y sería conveniente que los nutricionistas, médicos de cabecera y farmacéuticos dominaran y transmitieran el uso correcto del agua.

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