Ahora sí, ahora no

El sentido común nos dice que también nuestras leyes deben responder a los signos de los tiempos

Durante los últimos tiempos se han abierto diversos debates sobre la necesidad de cambios legislativos, que chocan con la estabilidad y falta de dinamismo de la justicia. Para los que tenemos una mentalidad científica cuesta mucho entender que los mismos que dicen unas veces que no hay que legislar en caliente, días después y en función de las influencias y confluencias, sean los máximos defensores de los cambios inmediatos. Parece que la idea de no politizar la justicia dependiese de cómo se levante la opinión pública cada mañana.

Curiosamente en cualquier campo tecnológico un error en las especificaciones, o el simple análisis de un accidente, provoca inmediatos cambios normativos de obligado cumplimiento. No se plantea si es oportuno o no, si es en caliente o no, si procede o no, simplemente la existencia de un control insuficiente o la posibilidad de evitar males mayores justifican las modificaciones que sean necesarias. Eso nos permite ganar cada día más confianza, por ejemplo, en viajar en avión o usar una sierra automática, porque entendemos que se diseñan con el máximo grado de seguridad existente en cada momento.

Por tanto, cuestiones como la prisión permanente revisable o la diferenciación entre abuso y violación deben ser analizadas si observamos cualquier tipo de incongruencia. El sentido común nos dice que también nuestras leyes deben responder a los signos de los tiempos y garantizar a los ciudadanos una sociedad segura y en paz. Lo que sí es fundamental es que estas revisiones sean hechas por expertos y limitadas al asunto en cuestión, porque de lo contrario las ideologías solo podrán empeorar las cosas. Cuando la clase política pone su foco semanal en algún asunto, ya sean los másteres de la Universidad Rey Juan Carlos o las viviendas turísticas en Palma, inmediatamente agiganta el problema a toda España y plantea reglamentaciones globales para problemas simplemente locales. Y no es un problema solamente nuestro. Ver como no se regulan las armas en EEUU, o como se encarcela a la oposición en Rusia o Venezuela, son muestras de leyes anquilosadas o que interesa que no sean modificadas.

Es de suponer que esto debe ser parte de la propia supervivencia de esos políticos que, en vez de crear cosas nuevas para la sociedad y premiar las buenas prácticas, prefieren condenar y reprimir todo lo posible, para que nadie ponga el foco en su propia ineptitud.

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