El espontáneo

Juan Cachón Sánchez

Amistad

BEATRIZ nos invita a cenar a su casa. Dos botellas de cava, aceitunas y un salón son su fantástica oferta, fantástica porque lo que alimenta a este pequeño grupo de mujeres son ellas mismas y lo explico.

Bea es francesa, de ascendencia argelina, exótico cóctel en su acento plagado de expresiones andaluzas. Nadie pronuncia julai como lo hace ella, ni dice quilla tía con esa naturalidad. No tiene tele. No tira nada. Va a la feria vestida de gitana en bicicleta y los camiones de mudanza llenos de trastos, son su debilidad. Es profe en un instituto y a veces nos deleita con anécdotas adolescentes de sus chicos. Escribe historias en servilletas y su vida sentimental es igual de apasionante que su deje, la descripción que hace de las piernas vascas de su chico caminando por bosques hiperbóreos es digna de ser escuchada de madrugada en algún bar de esos donde siempre nos cierran la cocina y preguntan amablemente si vamos a usar el baño porque tienen que limpiar. En su invitación al ágape también está María. María tiene un blog donde no escribe palabra, una empresa con nombre de peli y el pelo rojo a juego con sus ojos azul transparente. También, como si le hiciera falta algo más, es fotógrafa. A la muerte de su padre, con quien vivía cuando su madre se marchó a Argentina, se quedó sola luchando por salir adelante. Lo consiguió y lo consiguió muy bien. En una noche temática de "primeras citas" nos contaba entre carcajadas, humus y vino, cómo conoció a su Agus y cómo, después de una noche loca, regresó a su casa montada, como Bea, en una bici propulsada por los pedaleos de su amado, cuesta arriba incluida. A ella le debo mi conocimiento cuasi nulo y tangencial de Walter Benjamin y "la obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica". Raquel también viene. Raqui es de Madrid, es de Sevilla, es de Chiclana y granaína… Raquel es de todas partes porque en cada lugar debería haber una como ella. Periodista renegada, su segunda carrera fue literatura. Escucharla hablar es aprender. Superviviente desde niña, ha trabajado como traductora y correctora, camarera y profesora de escritura, cualquier cosa que le permita pagar las facturas cada mes. Ama el teatro y es una feminista intrínseca incapaz de excluir al hombre en su vida, salvo que éste sea idiota. Ahí sí, no perdona. Fuerte y dulce a la vez ha leído también a Benjamin. Nada de zapatos de tacón si puede evitarlo, me regaló unas botas verdes que ahora no sé con qué diablos voy a ponerme. A veces se pinta los labios de rojo o se coloca una flor de fieltro que se trajo de un viaje a Inglaterra en su pelo negro y su frase de guerra cuando las cosas no van bien: ¡muerte y destrucción!, nos hace imitarla en grupo coreando.

Hemos quedado la semana que viene, no me negareis que, con compañías así, la vida no pueda relajarse un instante y ser vivida en toda su plenitud… así como lo hacen ellas. Todas ellas.

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