Una Andalucía Vertebrada

Cualquier día, esa falta de vertebración se puede convertir en grave foco de desafectos, fácilmente manipulable

Cada cierto tiempo, como una preocupación recurrente pero nunca suficientemente abordada, se habla de los desequilibrios entre comarcas y provincias andaluzas. Ya que sentirse todos cómodos bajo la denominación general de andaluces no significa que todos acepten las desigualdades evidentes en cuestiones económicas, sociales e incluso de comunicaciones. Participar de un gusto similar por ciertas devociones populares y manifestar un mismo apego por ferias, toros, flamenco y manzanilla no significa que deba considerarse ya articulada una región geográfica tan extensa y compleja, si en otras cuestiones primordiales las diferencias afloran.

Hace pocos años, el Ayuntamiento de Sevilla apadrinó unos encuentros, coordinados por el antropólogo y profesor de la Universidad de Granada José Antonio González Alcantud. Se trataba de reflexionar cómo los andaluces de Granada veían a los de Sevilla. Fue el inicio, muy logrado, de lo que se había previsto como una necesaria serie de intercambios de opiniones y propuestas. Pero no hubo voluntad de continuar el proyecto. Hace unos días, también en Sevilla, se ha llevado a cabo un encuentro, organizado por unas entidades privadas, destinado a promover y darle contenido a un posible eje Sevilla-Málaga. Una iniciativa que debe ser bien acogida, como todas aquellas que busquen tender puentes entre los reinos de taifas que aún perduran. También puede ser ocasión para comentar el peligro que entraña potenciar ejes o corredores privilegiados, sin prevenir los posibles efectos negativos en otras provincias andaluzas.

Ortega, hace un siglo, en un libro profético, La España invertebrada, explicó que el surgimiento de los separatismos del siglo XX fue originado por la incapacidad y desidia de los gobiernos decimonónicos para articular equilibradamente el país. Además, acordaron privilegios a vascos y catalanes para constituir ejes y polos industriales y financieros, en detrimento del resto de la península. Sin caer en tristes evocaciones nostálgicas, cabe recordar cuánto más equilibrada estaría España si los focos industriales y textiles andaluces de antaño no hubieran sido desmantelados. Por tanto, bienvenidos sean todos los esfuerzos para tender más puentes y articular relaciones económicas y culturales, entre los pueblos andaluces, pero sin caer en la tentación de potenciar focos que desequilibren el frágil equilibrio existente. Porque, cualquier día, esa falta de vertebración se puede convertir en grave foco de desafectos, fácilmente manipulable.

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