Apunte sobre la convivencia

A veces las cosas salen de manera fluida; en otros casos, parece que no hay manera de prosperar

Siempre la raza humana, probablemente como las otras especies animales, ha andado metida en líos, negociaciones y rechazos en todo lo que supone algún tipo de integración y de fusión. Es esta como una de las tareas que acompañan inevitablemente en el vivir. Cuando nacemos, tanto cada uno como cualquier colectivo del tipo que sea, aparecen al instante una serie de trabajos y obligaciones de los que es imposible evadirse y a los que tenemos que dar respuesta inexcusablemente. Salvo Diógenes, de quien se dice que renunció para así buscar la muerte, lo primero que hay que atender son las necesidades materiales, como la respiración, el sustento etc. Pero, tras lo que algunos llamarían lo fundamental o lo primario, en seguida hay que cuidar de otras demandas a las que no podemos desatender. Lo dice de una manera clarísima Emilio Lledó: "Ciudadano de dos mundos, cada día más enfrentados y más discordes, el hombre lucha por mantener, junto al ser que somos, o sea a la inelegible y clausurada naturaleza, la querida y abierta posibilidad de la cultura".

Y es en ámbito de lo que llamamos la cultura donde empiezan a reflejarse las tensiones y las contradicciones del vivir, de la existencia. No sólo nada es fácil, sino que todo está preñado de dificultades que generan dudas, sacrificios, desviaciones y otros desajustes por el estilo. La ligera paloma, decía Manuel Kant en un ejemplo muy relevante, agitando con su libre vuelo el aire, cuya resistencia nota, podría imaginar que su vuelo sería más fácil en el vacío. Lo que sería un salto al vacío de consecuencias imaginables. La impresión de que aquello que nos sostiene es, al mismo tiempo, lo que nos impide ampliar horizontes es una de las muchas e inevitables contradicciones que subyacen a los trabajos a que nuestra existencia nos empuja a la fuerza.

Esta simple reflexión, nada novedosa, viene a cuento de la desazón que tantas veces se aprecia cuando se presenta la posibilidad y la necesidad de integrarnos unos en otros, de crear un espacio único de convivencia. A veces las cosas salen de manera fluida; en otros casos, parece que no hay manera de prosperar; pero la esencia humana vale plenamente cuando se avanza desde lo que los griegos llamaban el logos: la palabra y el pensamiento. De Calicles se dice que afirmaba que quienes hacían las leyes eran los débiles. A lo mejor, pero es el comportamiento más propiamente humano.

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