La Arcadia vacía

Ver como se cancelan los viajes o se paralizan los acuerdos son sólo los primeros efectos

Dicen las malas lenguas que en el siglo XIX la reina española Isabel II mandó quitar el braguero de los pantalones en el uniforme de la marina por su falta de valor en la defensa del país. Eran otros tiempos y hoy sería difícil que Felipe VI siguiera los pasos de su trastatarabuela y modificara la indumentaria de alguna policía autonómica, por muchos incumplimientos de la ley y abandono a sus propios compañeros que se produzcan. Pero la historia nos enseña que estos comportamientos pasan factura y hoy observamos como gran parte de los que no se quieren convertir en guardias republicanas imaginarias, piden la reconversión laboral en cuerpos policiales reales y leales.

Esto es un paso más de la estampida que se vive en Cataluña. La Arcadia feliz, el paraíso prometido por los separatistas, está a punto de llegar. Pero no le habían contado a sus seguidores que el paraje que se iban a encontrar sería un páramo desértico, donde sociedades y empresas habrían levantado el vuelo. Cierta culpa radica en estos líderes, acostumbrados a mentir a la población permanentemente, pero la mayoría de sus seguidores eran mayorcitos y estaban suficientemente informados para saber las consecuencias económicas que tenía esta deriva irracional. Ahora se puede gritar que son unos traidores los que huyen, que no son suficientemente catalanistas, pero a la hora de la verdad la ruina es ya palpable. Y ellos conocen muy bien la razón, ya que aparece en su propio refranero: "On vas diner? Allà on n'hi ha més" (Dinero, ¿A dónde vas?. A donde hay más)

Ver como se cancelan los viajes, se paralizan los acuerdos, se exige dinero en mano en cualquier transacción económica o se disipa la financiación, son sólo los primeros efectos. Porque lo que no se ha sopesado en todo este proceso ha sido que intentar esconder bajo el paraguas de una inocente desobediencia el incumplimiento de las ley es la tormenta perfecta para hacer huir a cualquiera. Téngase en cuenta que en el resto de España si un policía se excede se le puede denunciar, pero en Cataluña, donde se han acostumbrado a incumplir cualquier decisión judicial, ahora no saben a quien acudir. Esperemos que no propongan los de la CUP los tribunales populares, siguiendo el modelo venezolano, porque no han parado de marcar la pauta en este harakiri revolucionario, tan sorprendente y triste en una región que la mayoría considerábamos europea.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios