Arte urbano

Una obra de arte urbano no debe tener otro objetivo que embellecer y enriquecer su entorno, lo consiga o no

El arte es muy difícil de definir o delimitar, de ahí que no sea algo a lo que se dediquen los ingenieros. Lleva miles de años renovándose y renaciendo, adelantándose a su tiempo y a la sociedad, y por tanto quizá guiándola. Crear algo bello, estimulante o inspirador es un proceso muy complejo, que implica engendrar nuevos cánones, nuevos ideales y nuevas sensaciones, que los artistas conciben sin que se sepa muy bien precisar cómo. Si pinto a mi perro exactamente como es, tendré dos perros, pero no una obra de arte, decía Goethe. Desde las pinturas rupestres hasta Banksy, todos tienen algo en común, que no es nada común, ni definible. A veces ni siquiera legal, como con el arte urbano, aunque eso sea una condición bastante accesoria en este campo. ¿Es menos arte un graffiti ilegal que un graffiti legal? La clave desde luego no parece que sea tener o no los permisos, sino ser percibido o no como arte, algo sutil, que implica la percepción del público. Ese problema.

Para empezar, una obra de arte urbano no debe tener otro objetivo que embellecer y enriquecer su entorno, lo consiga o no. La cuestión es que embellecer no es algo precisable tampoco; a mí, sin ir más lejos, no me dice nada Obey, pero sí que me encantan Banksy o Invader, y me voy a ahorrar intentar explicar por qué, básicamente porque no podría. Y obviamente muchas de las obras de arte urbano son ilegales, pero no circunstancialmente, sino por la propia esencia de arte urbano, que es algo provocador, clandestino y transgresor, del todo fuera del sistema. Algo que, por supuesto, las autoridades tienen la obligación de perseguir y castigar en todo caso, entre otras razones porque es uno de sus elementos constitutivos, su carácter furtivo, rebelde y efímero. Pero eso debe distar mucho de ser tratado como una simple gamberrada, o una agresión al entorno urbano o el patrimonio cultural. Y menos en una ciudad que gira, o pretende girar, alrededor del mundo del arte, donde hemos pagado verdaderas fortunas para tener cada vez más y más museos, y más y más colecciones. Un lugar donde uno puede esperar que un artista no guste nada, pero donde sorprende que sea visto como una agresión. Quizá sea porque el arte, aunque esté consiguiendo llenar bien nuestros hoteles, de momento no esté teniendo tanta suerte con nuestras cabezas.

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