la tribuna

Manuel F. Sánchez Blanco

Arte, para qué

DECÍA Félix de Azúa en uno de sus artículos que era difícil escapar a la trivialidad del actual temario (drogas, sexo, violencia…) pero no imposible; bastaba con arrimarse al tronco de una escritura poderosa, trepar por él, y atender a lo que sólo se divisa desde muy arriba. Ese tronco es ampliable a todas las artes conocidas, ya que sólo desde allí es posible escapar a una vida anodina, dirigida, y en muchas ocasiones trágica y dolorosa. Schopenhauer introducía una variable muy interesante e inteligente, ya que hablaba de la "experiencia artística", de esta forma extendía el arte tanto al que lo produce como al que lo recibe. Jorge Oteiza hablaba en los mismos términos y los llamaba "caminos de salvación espiritual", ampliando el catálogo a la filosofía y a la religión. Añadiremos la ciencia y éste quedará completado.

Algunos filósofos han mantenido que el arte es una mera distracción sin importancia, una pérdida de tiempo que los hombres con talento deben dedicar a cosas más serias. ¿Es el arte un mero pasatiempo intelectual, puro divertimento? Si por diversión entendemos comunicación y emoción, el arte lo es. Desde el punto de vista del espectador, la obra artística debe comunicarnos algo preciso: un hecho, un pensamiento, un sentimiento, y a la vez debe emocionarnos, hacer que nuestro cuerpo y nuestra mente vibren, y lo recorran escalofríos de bienestar o también de rechazo (estrategia esta última muy utilizada por los modernos).

El arte es esa bendita tontería que acaba por emocionarnos, sin utilidad práctica alguna porque satisface nuestro espíritu y nuestra inteligencia. El goce artístico es íntimo y personalísimo, y depende mucho de la formación del que lo percibe para su captación plena.

El arte representó durante muchos siglos, en función de las técnicas que manejaban los artistas, la realidad más inmediata. Esta maravillosa servidumbre produjo obras sublimes. Desde las Venus Auriñacienses hasta el maravilloso Bernini (¡esa mano de Plutón en el muslo de Proserpina convierte al frio mármol en carne viva!), desde los mármoles de Miguel Ángel Buonarotti hasta la Escuela Barroca Andaluza; desde los relieves del Altar de Pérgamo hasta el David de Donatello. Y si hablamos de pintura, hablaríamos de Leonardo y su Virgen de las Rocas, de Rafael y su Transfiguración, de Tiziano y su Venus de Urbino, de Van Eyck y su Matrimonio Arnolfini, de Veermer y su Lechera, de Caravaggio y de Rembrandt y de Velázquez…

Durante el siglo XX el arte se fue despojando, liberándose de esta "servidumbre" llegando poco a poco a la abstracción, que me parece una de sus mayores conquistas; pensemos en Kandisky, Brancusi, Giacometti, Mondrian, Malevich… Se pinta, se esculpe con la inteligencia y no desde las emociones; se representa lo que no se ve. El arte no imita la realidad sino que la interpreta.

El pensamiento socialista atribuyó al arte unos cometidos que no le eran propios, así le supuso con capacidad para liberar y remover a las clases más desfavorecidas de la alienación capitalista. Decía H.Lefevre: "La actividad creadora en arte no es y no puede ser una actividad ideal, teórica y aislada. Es un trabajo particular y altamente cualificado, que reposa sobre el trabajo de las masas que transforman la naturaleza…". Pronto se vio el gran fiasco de estas teorías: el estado soviético calificó al constructivismo como un arte de la burguesía imperialista y promovió el horror estético del "realismo socialista". Hoy sabemos que la obra artística es un acto individual, solitario y teórico, que el espectador recibe directo a su corazón y su mente.

Gary Cooper da vida en la película de K. Vidor El manantial a un arquitecto que no doblega su talento ante el gusto imperante; su alegato al final del film dice así: "Ningún creador está tentado por el deseo de complacer a sus hermanos, su verdad es su único motivo, su trabajo es su única meta (…) El creador se mantiene firme en sus convicciones, el parásito sigue las opiniones de los demás. El creador piensa, el parásito copia. El creador produce, el parásito saquea. El interés del creador es la conquista de la naturaleza el interés del parásito es la conquista del hombre. El creador requiere independencia, ni sirve ni gobierna, trata a los hombres con intercambio libre y elección voluntaria; el parásito busca poder, desea atar a todos los hombres para que actúen juntos y se esclavicen…".

Que nuestra independencia, nuestra verdad, nuestro pensamiento y nuestras convicciones nos acompañen; y se alejen para siempre la ambición desmedida, el ansia de poder y la servidumbre.

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