de rebote

José Manuel Olías

Asientos de avión

HACÍA meses que no me montaba en un avión, no recordaba las estrecheces de un habitáculo en el que las piernas se encogen hasta límites peligrosos para la circulación. Incluso en época económicamente boyante, los aviones emprendieron una loca carrera por la reducción de espacio y la optimización de beneficios. Imagino que es la razón, mismo espacio y más asientos, más dinero. Pero la lógica económica se me escapa.

La ciencia sostiene que el ser humano es cada día más grande, pero los aviones encogen y la contradicen. Curioso, las compañías aéreas que fueron tan revolucionarias en su momento, que tanto cambiaron las comunicaciones. Una hora y media como una sardina en lata da para la reflexión. Las compañías de bajo coste, subvencionadas generosamente por el Estado, seguramente fueron un anticipo de lo que venía. Igual es una preparación del recorte, del encogimiento que viene.

El continuo reproche al vivir por encima de las posibilidades me recuerda a ese soniquete machacón de las clases de religión, en las que el mal siempre amenazaba, la tentación siempre acechaba y uno se sentía culpable. Bien, la experiencia muestra que Grecia, hay que recordar que un minúsculo porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB) de la Unión Europea (entre el 1 y el 2%, según la fuente que se consulta), no reacciona por más recortes y más inyecciones económicas superficiales que recibe. Los gobiernos europeos se pueblan de tecnócratas formados en aquellas empresas que son jueces de la economía y que no asumen errores que pagan ciudadanos, los inconscientes que se metieron en callejones prohibidos, pero también aquellos cabales que mantienen la cordura. Los asientos de aviones siguen encogiendo. Un día se viajará de pie. Si se viaja.

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