En el término medio está la virtud, dijo el filósofo griego Aristóteles. Ni cargar a los niños con tantos deberes que apenas tengan tiempo de jugar en toda la tarde ni reducir al horario escolar las tareas educativas. La polémica surgida en torno a lo que muchos padres entienden como una carga excesiva de deberes para sus hijos está claro que quedaría zanjada si en este país fuéramos capaces de sentarnos a hablar entre todos sin llegar a los extremos. La huelga protagonizada por los padres al negarse a que sus hijos hagan las tareas durante los fines de semana en señal de protesta y el orgullo herido de los profesores al verse desautorizados hace un flaco favor a la educación. Si ese es el ejemplo que vamos a darle a los niños, apaga y vámonos. En esas edades tan tempranas en el que los actos de los adultos se reflejan como un espejo en los niños para bien o para mal, el que vean que sus padres respaldan una rebelión en toda regla contra las normas de los centros escolares y sus profesores respecto a los deberes no creo que sea una decisión muy responsable. Es cierto, en mi opinión, que los niños no pueden dedicar a a las tareas que les encargan los profesores para casa prácticamente las mismas horas que están en clase porque necesitan jugar, salir a la calle, estar con su familia y, en definitiva, tener una vida más allá del colegio. Quizás lo que sería lógico es lo que plantea la catedrática en Filología Hispánica en la Universidad de Lund (Suecia) Inger Enkvist y es que el profesorado invente deberes que den mucho rendimiento intelectual y no sean muy pesados para que el alumno descubra lo mismo desde otro ángulo. Sería una forma de que los niños no vieran en los deberes una prolongación de su jornada lectiva y que los padres no tengan tampoco que echarse a la espalda la tediosa carga diaria que soportan sus hijos en casa. Me parece bien que los deberes sean una parte del programa educativo. Pero, como asegura esta experta, los deberes inteligentes, que acompañan a lo que se ha dicho en clase, pero sin caer en lo rutinario y el exceso. Y eso solamente se podría conseguir si unos y otros estuvieran dispuestos a tratar este asunto con la responsabilidad que requiere porque hablamos de la formación y educación de los niños, de su futuro, y eso no es una cuestión banal que se pueda resolver con una huelga de deberes. Los niños no pueden verse legitimados por sus padres para no obedecer a los profesores porque así desde luego la educación en este país no avanza.

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