1968

El Telón de Acero empezó de verdad a derrumbarse en la vieja capital de Bohemia

Se cumplirá este año medio siglo de las algaradas del Mayo francés, un conato de revolución que sacudió de modo espectacular los cimientos de la República pero tendría escasos efectos inmediatos, aunque algunos pensadores y analistas, sobre todo los que más han arremetido contra su legado, parecen obsesionados por los supuestos males asociados a su estela: el relativismo, el llamado amor libre, la prevención antiautoritaria o el cuestionamiento de los valores heredados. En este sentido, es cierto que la derrota política fue pareja a una suerte de difusa victoria en el plano de la cultura o los modos de vida, donde más que en las deslavazadas propuestas de acción -un engrudo difícilmente reivindicable- calaron ideas o actitudes que por otra parte estaban en el sustrato de la época desde la década anterior.

Hay años, como observó Marx en relación con 1848, interpretado por el padre del comunismo como el de la ruptura definitiva entre la burguesía y la clase obrera, que reúnen en un mínimo lapso de tiempo fenómenos de gran alcance en geografías muy alejadas. Ocurrió también con aquel 68 que más allá de las fotogénicas imágenes de rebeldía protagonizadas por los estudiantes parisinos -jóvenes de clase media que intentaron atraer a los trabajadores, ignorándolo todo de sus condiciones y demandas- o de sus sonoros e imprecisos eslóganes, conoció auténticas conmociones en países donde los alzados arriesgaban la libertad y la vida. Como señaló Carlos Fuentes, que había estado en los tres principales escenarios de las protestas y escribió de hecho estupendas crónicas sobre el terreno, el 68 debe citarse en plural, pues la mítica o mitificada fecha no se entiende sin aludir a la horrenda matanza de Tlatelolco en México y a los sucesos de la frustrada primavera de Praga.

Decenas o cientos de personas -la cifra exacta sigue siendo una incógnita- fueron asesinadas en la Plaza de las Tres Culturas sin que el régimen esclerotizado del PRI, con razón calificado como "dictadura perfecta", reconociera siquiera lo sucedido. Desde la distancia, sin embargo, es la aplastada revuelta en Checoslovaquia la que en términos históricos ha adquirido una dimensión mayor y más decisiva. Era imposible creer, a la vista de los tanques del Pacto de Varsovia, que la URSS estuviera protegiendo a los checos, y muchos integrantes de la izquierda ortodoxa se distanciaron entonces por primera vez de las consignas de Moscú. Había el no menos valeroso precedente de Hungría y luego vendría la contestación en Polonia, pero el Telón de Acero empezó de verdad a derrumbarse en la vieja capital de Bohemia.

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