DESDE las elecciones municipales, la lupa mediática se ha centrado con insistencia en las decisiones y actuaciones de las corporaciones de Madrid y Barcelona, atraída por su importancia como ciudades y, sobre todo, por los nuevos gobiernos municipales que en ellas se han constituído. De este abrumador interés de los medios también parecían disfrutar los que se consideraban protagonistas de la noticia, que se sentían encantados con el relieve que adquirieron sus desplazamientos según se hicieran en metro, en bicicleta o en el llamado coche de incidencias. Pero, de lo que en principio eran observaciones y anécdotas se pasó a la crítica de hechos y decisiones, unos contrastados y otros no. Para combatir esta corriente a la alcaldesa de Madrid se le ha ocurrido la idea de crear una página web (Versión Original, se llama) para abrirse paso entre, lo que ella estima, interpretaciones erróneas o noticias inexactas. Se trata de crear un muro de las rectificaciones, que puntualice y aclare hechos y actuaciones que se publican en los medios. Es en definitiva la creación de un departamento de desmentidos que traten de dar luz ante tanta supuesta imprecisión.

Bien es cierto que la señora Carmena, antes de recurrir a esta medida, podía intentar poner orden entre sus concejales que son, en muchos casos, la inagotable fuente de tanta confusión y descoordinación. Pero aún así, la iniciativa municipal no merecía ese alud de críticas, condenas y acusaciones que en su corta su existencia ha cosechado. Ha habido descalificaciones de todos los registros, llegando a acusaciones tan excesivas como la de pretender instalar la censura. A estos paladines de la libertad habría que recordarles que la censura se practica cuando se impide o prohíbe la publicación de una noticia, y este desde luego no es el caso.

No parece un atentado a la libertad de expresión ni al derecho a la información que un organismo público pretenda aclarar los hechos y actuaciones que se le atribuyen cuando entienda que estos son falsos, erróneos o incompletos. Es más, esta iniciativa ofrece a los ciudadanos y a los medios que quieran cerciorarse de la verdad de una noticia hacerse eco un mecanismo fácil y directo para hacerlo. El riesgo está que este sistema, que a priori no debería despertar mayor recelo, pase de la aclaración a la manipulación, del desmentido al adoctrinamiento, y entonces sí estaríamos ante una actuación nada recomendable a una institución pública. Pero eso, hoy por hoy, no ha pasado y por tanto, tantas reacciones contrarias, al menos, parecen prematuras.

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