CARPE DIEM

Pedro Farias Batlle

Balas de plata

AGORA moderna. Plaza en el ciberespacio. Eso es Twitter. Un lugar para conversaciones públicas desde el entorno privado. Punto de encuentro para ciudadanos. Lugar donde conocer lo que ocurre en la comunidad local y global, si es que aún quedan fronteras que las delimiten. Una poderosísima red social. Sí, eso… y mucho más.

En sólo cinco años se ha convertido en la red de mayor crecimiento en Málaga con decenas de miles de usuarios. Sus 130 millones de mensajes diarios en todo el mundo contienen noticias, opiniones, trivialidades o profundos pensamientos que se escriben con sólo 140 caracteres. Ni uno más. Y la creatividad de esa escritura concentra pinceladas de épica, lírica o drama. Pero sobre todo información. Mucha información propia y ajena apoyada en imágenes y artículos. Allí se mantienen conversaciones entre amigos pero rodeados de desconocidos. Cualquier comentario puede generar el mayor aplauso o el más absoluto silencio. Un comentario vertido en sus aguas puede remontar internacionalmente o hundirse en la mayor de las ignorancias, que es el mejor de los desprecios. Según Syomos, sociedad de análisis de medios sociales, el 71% de los tuits no genera reacción alguna y la mayoría de los contenidos provienen de una élite minoritaria. Son los generadores de opinión. Y es que el éxito en Twitter no es fácil y suscitar temas para el debate no está al alcance de todos. En Twitter son muchos más los que escuchan que los que hablan -yo mismo soy de los primeros-. Y las dentelladas al error o el comentario desatinado son inmediatas, pues también hay mucho colmillo goteante a la espera de presas novatas.

Twitter podría ser el paradigma de la inmediatez de la información o la bandera de la sociedad instantánea en la era de la glocalización. Sí, Twitter puede ser eso… y mucho más. La frenética actividad de los twitteros con sus comentarios ha obligado a políticos, deportistas, artistas y gobernantes a rectificar declaraciones o decisiones poco afortunadas. En su cuneta se encuentran Álex de la Iglesia, David Bisbal, el alcalde de Málaga y su concejal de urbanismo o Maria Gámez tras la Gazpachuelo Party. Por no hablar del Thyssengate o de la primera-clase-gate de los eurodiputados. Y todo esto con notable aire fresco, renovado por jóvenes tuiteros -sean periodistas o promesas- que se convierten en activas fuentes de información y crítica ciudadana.

Por toda esta frenética actividad es presa apetecible para políticos y empresas. En el ágora clásica el inicio de las actividades comerciales concitó las protestas de pensadores como Platón y Aristóteles, que pidieron segregar en diferentes ágoras las cuestiones de política ciudadana de las religiosas y mercantiles, algo que sí realizaron en las ciudades tesalias. Algunos en Twitter ya piden en sus tuits esa separación, pero mientras tanto es todo eso… y mucho más. Como en el ágora, todos los temas tienen cabida. Pero aquí no se pasea como allí, no se pasea: aquí se disparan balas de plata de 140 caracteres.

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