Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

Barbate-La línea

Como el problema también es de orden público, que Interior envíe un grupo de intervención de la Guardia Civil

El comercio ilegal de droga devora a las sociedades que se benefician de sus extremas rentabilidades, ya sean pueblos, ciudades y, últimamente, países, narcoestados donde el monopolio de la violencia del Estado se rompe en beneficio de los cárteles. En La Línea, un narcotráfico de baja intensidad, compuesto por clanes de alijadores y conserveros, le ha perdido todo el respeto a las fuerzas del orden. Los mismo se asalta un servicio de Urgencias para rescatar a un detenido que se embiste con un choque a una patrulla de la Guardia Civil. No, no es un hecho aislado, es la cremita de una situación podrida desde hace unos años. Muchos funcionarios, tanto de sanitarios como profesores, no quieren aceptar las plazas en La Línea, donde los jóvenes saben que el narco da más dinero, e incluso, una buena forma de vida, aunque más peligrosa.

Sin embargo, esta situación es reversible. Lo vivimos en Barbate hace más de 10 años. El pueblo jandeño era una población sin control, los chavales se cachondeaban de los maestros por lo poco que ganaban, los avistadores estaban frente al cuartel de la Guardia Civil y un policía local imponía menos miedo que Donald McDonald. Mayor Oreja, entonces ministro de Interior y veraneante en Zahara, vivió de primera mano uno de los incidentes habituales de entonces: un policía local murió de un infarto en un control donde había parado a unos cuantos niñatos sin carné.

Solución. Como el problema también es de orden público, Interior envío un grupo de intervención de los grupos rurales de la Guardia Civil. Con su presencia y los controles permanente en las calles, el clima se enfrió desde el primer momento. En estas poblaciones, donde sin rubor se atenta contra un policía local o un guardia civil, estos jornaleros de los narcos circulan sin permiso, sin carné y sin seguro. Una buena estancia de estos guardias civiles en La Línea, acompañada de varias investigaciones reforzadas, algunos registros y dos o tres peinados diarios a las riberas del Guadiaro, donde asoman embarcaderos para la droga, servirían para calmarlo todo.

Claro que seguiría existiendo el problema de fondo, que son dos: un elevado desempleo en la zona y la cercanía de un gran productor de hachís a pocos kilómetros. Más que escribirse cartas, sería bueno que Interior se tomase algo en serio. La Fiscalía de Cádiz, y en especial la Antidroga, lleva meses advirtiéndolo en informes y entrevistas cuyos contenidos dan bastante miedo. Y no exageraban.

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