La Bienal de Fotografía es una de esas citas culturales que suenan poco pero que son fundamentales en la débil trama de la cultura cordobesa, escasa en innovaciones y dada con suma frecuencia al compadreo y al silencio cómplice del pesebre ideológico. Este año se anuncia el arranque de la Bienal a finales de marzo y en su programa, muy cuidado y diverso como casi siempre, se incluye una muestra, La maleta mexicana, que es una especie de regalo llegado a través de los años. Los fotógrafos que en ella participan son pura leyenda, Gerda Taro, Robert Capa y David Seymour, conocido en el ámbito fotógrafo por el apodo de Chim. Los tres anduvieron por la polvorienta y ensangrentada España de la guerra civil del 36 y con su labor le dieron un nuevo sentido a la fotografía y en especial a ese género de fuerza terrible que es la fotografía de guerra. La maleta mexicana, que se podrá ver en la céntrica Sala Vimcorsa y sobre la que se rodó en su día un muy interesante documental, recoge precisamente las imágenes que aparecieron en una maleta encontrada en México a comienzos de este siglo y que incluía decenas de negativos de fotografías de estos tres autores que se creían perdidas. Permitirá pues la exposición, con esa fuerza que es tan propia de la imagen fotográfica, que el espectador se acerque a un tiempo de crueldad y conflicto y pueda hacerlo a través de sus personajes más reales y anónimos, los verdaderos sufridores de aquella tragedia imposible de olvidar. Porque eso permite la fotografía, estar allí, y ese es el principal valor de una Bienal que en esta ocasión también se acerca a otros conflictos bélicos como el de Nicaragua de los años 80, retratado en este caso por la gran fotoperiodista norteamericana Susan Meiselas. Propuestas de lo más interesantes que, como siempre, requieren del apoyo ciudadano, de esa Córdoba que debe volcarse con proyectos de este tipo entendiendo que la vida en primavera no pueden ser sólo cruces, patios, procesiones y caracoles. Que hay más, que hay mucho más ahí fuera y que la complicidad del ciudadano es necesaria si queremos que el tejido cultural se enriquezca y salga de las habituales y monótonas inercias.

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