En el Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento de Andalucía, ya huele a elecciones. Al comenzar el último año de legislatura parece iniciarse el tiempo de descuento que puede desembocar en un adelanto electoral. Es cierto que la presidenta Díaz mantiene la voluntad de agotar los plazos, arguyendo la estabilidad política de la que goza actualmente, pero poco tiempo faltará para que Cs se baje en marcha del actual acuerdo y comience a subrayar sus discrepancias buscando su propio perfil político. La ley electoral, que como compromiso de investidura ellos persiguen y PSOE rehuye, será posiblemente la excusa para dar por terminada la andadura en común. Al menos así lo anunció el dirigente de la formación naranja, que llegó incluso a poner el mes de marzo como plazo máximo para llegar a un acuerdo, con la consiguiente amenaza de ruptura. Y puestos a hacer cábalas, bueno será prever qué puede ocurrir en el futuro inmediato.

Es cierto que las encuestas publicadas arrojan proyecciones dispares, pero reflejan una tendencia casi constante. No parece que el desgaste del PSOE le impida ser el partido más votado ni que Podemos más IU consigan aumentar significativamente su número de diputados. Es en el mapa de la derecha donde la situación puede ofrecer interesantes cambios. Ciudadanos, consiga o no el sorpasso al PP, parece que va a dejar de ser un partido auxiliar para sentirse con fuerza suficiente para buscar metas más ambiciosas. Y es en su nuevo papel donde pueden radicar las variantes futuras de la política andaluza. Rivera y sus seguidores andaluces tendrán que decidir si un nuevo apoyo a un gobierno del PSOE es la mejor estrategia para seguir horadando la base electoral del PP ante unas inmediatas elecciones municipales y generales. Su respaldo, como hasta ahora, a un gobierno de Susana Díaz podría provocar que muchos de sus nuevos simpatizantes, extraídos de la más pura derecha, no acepten bien esta posición y se vuelvan al PP. Al menos esta decisión, si se produce, le va a dar serios argumentos a la formación de Rajoy para debilitarlos. Es lógico pensar que tanto si son la segunda fuerza como si no, la actitud de este partido cambiará y aunque al final optara por permitir un gobierno socialista para evitar una repetición electoral, descartado un pacto PSOE-Podemos, su papel no va a ser de cómodo compañero de viaje como hasta ahora. Con seguridad o aumentará sus exigencias o se desentenderá de la gobernabilidad. Aunque esto, como queda dicho, son solo cábalas.

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