Cambiar por cambiar

Rajoy, de vez en cuando, dice que va a cambiar los horarios españoles, como dice que va a disminuir el déficit público

Hace una semana, en la madrugada del domingo pasado, nos cambiaron la hora. Como era Domingo de Ramos, la gente estaba entretenida, de modo que apenas han aparecido las quejas que acompañan a esta medida desde su implantación. El día de cambiarlo ha sido oportuno este año. Ha permitido una Semana Santa con más luz, con unos atardeceres bellos para ver los pasos. Entre los nazarenos y la captura de Puigdemont, la medida coló con naturalidad. Otros años incluso Mariano Rajoy habló de los horarios españoles. Porque aquí, cuando se cambia la hora, se cambia de verdad.

Aquí no es como en Alemania. Aquí, en las próximas semanas, se irá poniendo el sol cada vez más tarde, hasta que en junio disfrutemos luz solar hasta las 22 horas. Rajoy también dijo que adaptaría los horarios laborales españoles a los europeos. Se entienden por europeos los horarios alemanes, ahora con más motivos, después de lo bien que se ha portado la señora Merkel con sus policías. Por el contrario, en Andalucía (sobre todo en el sector occidental) los horarios alemanes tienen difícil encaje.

Terminar la jornada laboral a las seis de la tarde. Eso en Hamburgo o en Berlín puede tener sentido, pero en Andalucía es la hora de más calor en verano, gracias al cambio. En algunos lugares de España (como las provincias de Cádiz, Sevilla y singularmente Huelva) se nota que la hora solar está distorsionada. A las seis de la tarde deberían ser las cuatro de otros tiempos.

Por ello, cuando pretenden que los andaluces almuercen a la una en punto de la tarde, como supuestamente hacían nuestros tatarabuelos, se olvida la realidad. La una de la tarde de entonces era como las tres de la tarde de ahora. Y la siesta coincidía con el horario actual.

Los hábitos de un pueblo no se deben al azar. Cada generación cree que está cambiando el mundo. Por eso, quieren cambiar la carrera oficial en Semana Santa y cosas así. Pero el mundo ya estaba inventado desde antes de llegar nosotros. Ahora han encontrado unos papeles de Noé en el Mar Muerto, cuando las borrascas no se llamaban Emma ni Félix, y había inundaciones como para flotar en arca.

Cambiar por cambiar, aunque sea los horarios. Rajoy, de vez en cuando, dice que va a cambiar los horarios españoles, como dice que va disminuir el déficit público: para tener contentos a los de Bruselas y para alcanzar acuerdos con Albert Rivera, que debe justificar que están cambiando algo.

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