¿Canadá tampoco nos gusta?

Si alguien quiere revivir los años de autarquía pasados, que siga planteando los modelos bolivarianos

En 2014 los socialdemócratas y los populares europeos alcanzaron el acuerdo de votar al frente del parlamento europeo al socialista Martin Shulz y al frente de la comisión europea al popular Jean-Claude Juncker. Cuando ya se había producido la votación del primero, Pedro Sánchez ordenó a los socialistas españoles traicionar el acuerdo y no apoyar al segundo. Fue el principio del fin de la confianza europea en cualquier pacto que hubiera que suscribir con un partido dirigido por Sánchez. Nuevamente su reentrada, cambiando de opinión respecto al acuerdo con Canadá, ha supuesto un desagravio frente a Europa y un ridículo más de sus europarlamentarios.

Ahora llega el momento de tratar de quitarle importancia a dicho acuerdo, diciendo que el asunto no era tan trascendental y atacando cualquier indicio de comercio internacional. Es decir, lo que en román paladino son las escusas de mal pagador, y donde, después de estar más de siete años redactando e impulsando un proyecto común con Canadá, se utilizan menos de siete días en destruirlo. Quizás le hubiera bastado a Sánchez con conocer mejor ese país y sus instituciones para darse cuenta que debe ser un referente a seguir por sus niveles de igualdad, formación, seriedad y prestigio. Cuando uno ve un gobierno como el canadiense, absolutamente paritario, donde todos sus ministros son expertos en sus respectivas áreas y donde sus avances en tecnología, seguridad, democracia e integración son realmente ejemplares, se plantea cuál será entonces el paraíso de referencia sanchista. Pero la respuesta no se hizo esperar y el nombre de Bolivia llegó a nuestros oídos. No se sabe si el modelo gusta por los 189 golpes de estado sufridos en su historia o por hacer frente a la deriva venezolana de podemos, pero el panorama internacional de la izquierda española es realmente poco ilusionante.

Quizás en estos momentos se eche de menos la opinión de un ex presidente europeísta como Josep Borrell, que tras su apoyo incondicional a Sánchez para volver a la Secretaría General debería tratar de explicarnos este distanciamiento tan radical con Canadá, similar a los constantes desplantes de Donald Trump. En Europa está nuestro presente y nuestro futuro, y si alguien quiere revivir los casi cuarenta años de aislamiento y de autarquía pasados, que siga planteando los modelos bolivarianos y verá como el éxito electoral está servido.

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