Mucha, mucha policía…", cantaba Joaquín Sabina. La canción iba de tres simpáticos yonkis que lo atracaban pero como era famoso lo perdonaban, se lo llevaban de farra, compartían cerveza y grifa y luego se iban de mujeres en situación de prostitución (a él le reservaban "los encantos de Panchita la Cachonda"). Ya no se hacen canciones como las de antes.
Es posible que a Sabina eso le pasara de verdad. Sería menos penoso que si se lo hubiera inventado, reflejando, no las andanzas, sino las fantasías del cantante. Los que no tenemos carisma, ni los quince minutos de gloria warholiana y televisiva, en semejante trance hubiéramos rezado para que apareciese un policía. La copla acaba con uno de los muchachos en situación de colocón atrapado cuando limpiaba "el chalé de un millonario", tal vez el del propio Sabina. En general, a un currante lo atracan y se acuerda de la madre en situación de prostitución de los atracadores, pero al famoso le quieren quitar el reloj (un Omega, manda narices) y se enrolla. Al otro día se compra siete.
Todo esto viene porque los policías nacionales de Ronda han acabado exhaustos. Necesitan compañeros para bregar con la ciudad, el Sindicato Unido de Policías se queja de que, cuando un ciudadano llama al 091, lo tienen que pasar con los municipales porque a ellos les faltan agentes. Teniendo en cuenta qué tipo de trabajo hace un policía, la saturación puede provocar catástrofes: un oficinista quemado traspapela los expedientes; sobrecargar a un funcionario que lleva pistola y se las ve con gente poco colaboradora da lugar a situaciones desastrosas.
Nadie canta a los policías. Emerge una generación de políticos que se ha moldeado chiflándoles en los tumultos; la apestosa situación del País Vasco, derramada. Normal que se miren con recelo, pero la policía sigue en su sitio, los trepas en las instituciones son los otros y calman su mala conciencia de advenedizos ninguneando a los funcionarios. Hubo una vez que los rojos dejaron de correr delante de los grises para sentarse en bancos azules y el cuerpo de policía lo llevó con bastante naturalidad; el trabajo de todos consistía en hacer cumplir la ley y daba igual quién ocupara el poder ejecutivo. Ahora se hace sitio en el legislativo una camada que se estima por encima de la ley y que la acatará si lo considera oportuno. El comisario es un cortarrollo y Harry el Sucio se postula para ministro…
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