Cataluña a juicio

No hay derecho a que una región como la catalana siga viviendo entre sobresaltos

Estamos viviendo últimamente un último capítulo del independentismo que lo reconcilia con la humanidad: también ellos pueden ser juzgados por sus actos. Dicen que la justicia que tarda demasiado deja de serlo, y algunos episodios sobre la política catalana bien hubieran merecido algo más de agilidad, pero al final parece que se va enmendando la situación.

Sin duda, la madeja económica que se fue enrollando alrededor de la clase dirigente, y sus intentos por ocultarla, deberían haber provocado la estampida de todos aquellos ciudadanos honrados que no soportaran tal situación. Pero la habilidad de muchos mandatarios para identificar cualquier crítica contra ellos como un ataque a su nación, ha permitido su supervivencia y un apoyo ciego a todo tipo de corruptelas. La sensación de impunidad que acompañó a muchos políticos andaluces, y que hoy añoran en sus paseos por los tribunales, es la misma que vivieron los dirigente catalanes y que se niegan a perder. De ahí su insistencia en exigir el ser tratados como los demás pero, como diría el dramaturgo Santiago Rusiñol i Prats "cuando un hombre pide justicia es que quiere que le den la razón". Por ello ha sido un poco exagerado, en estos últimos estertores judiciales, amenazar a toda España con una hecatombe en caso de condena para alguno de ellos. No parece que nadie se pueda considerar tan importante como para quitar el sueño al resto, por muy portavoz de la Generalitat que se sea.

Y la decisión final del Consejo de Garantías Estatutarias de Cataluña de considerar, por unanimidad, ilegal e inconstitucional el incluir en los presupuestos los gastos del referéndum, ha sido la puntilla final a un proceso sin sentido. El hecho de que todos los líderes de dicho proceso se vean hoy envueltos en millonarios casos de corrupción, que han abocado a Cataluña a un endeudamiento sin precedentes, debe hacer reflexionar a sus seguidores acerca de la estafa en la que han sido envueltos. Cabe pensar que todas estas huidas hacia delante no buscaban otra cosa que salvar sus situaciones personales. Y no hay derecho a que una región como la catalana siga viviendo entre sobresaltos, especialmente por parte de quienes de día se visten con su bandera y de noche se enriquecen con sus miserias. Por tanto, ánimo para los que se alejaron de sus postulados y esperanza para que las nuevas generaciones quieran más a su tierra que a su hacienda.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios