La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Cataluña, vergüenza de España

La serpiente golpista catalana, incubada por los nacionalistas burgueses, rompió el cascarón y les mordió

Cataluña se ha convertido en la vergüenza de España. Y ha convertido a España en la vergüenza de la Europa desarrollada y democrática. Lo que está pasando desde el 6 y el 7 de septiembre debió cortarse de inmediato, y no se hizo; y además tenía hondas raíces contra las que tampoco se actuó nunca. La derecha por mala conciencia posfranquista y la izquierda por mala conciencia progre. Todos los gobiernos de España en los últimos 30 años han mirado para otro lado y han pactado con el pujolismo mientras creaba el clima independentista, además de corrupto, intoxicaba a generaciones de catalanes aprovechando la suicida y estúpida cesión de competencias en educación, se dotaba de un funcionariado nacionalista debidamente estabulado, de unos medios públicos propagandísticos y hasta de una Policía que, llegado el momento, no tiene claro si defiende la legalidad constitucional o a los golpistas.

Lo que está pasando desde septiembre es la gangrena que ha necrosado la vida social y política catalana mientras desde Madrid se dejaba que la democracia se infectara en Cataluña. La bufonada que ayer nos avergonzó y nos puso en vergüenza a todos es un episodio más en la traumática situación creada por la gangrena catalana. La curación será larga e insegura. Y con la gangrena ya saben lo que pasa: a veces no hay más remedio que amputar. ¿Y si una reforma constitucional nos permitiera votar a todos los españoles? ¿Y si la mayoría decidiera abrirles la puerta? Llevamos casi un siglo aguantando la "cuestión catalana" y la "cuestión vasca" que nos ha costado 829 muertos. Nuestra Constitución -porque en el 78 era necesario hacerlo- establece privilegios "históricos" que sancionan la desigualdad entre las regiones. ¿Cuándo diremos basta? La serpiente totalitaria, golpista y antisistema catalana, incubada por los nacionalistas burgueses, rompió ayer el cascarón y les mordió. El independentismo perderá esta batalla, pero no la guerra. La caótica y vergonzosa imagen de desgobierno autonómico que se proyectó ayer debilita al Estado y desacredita a España. ¿Qué consecuencias tendrá para sus autores? ¿Qué pasará con las querellas en marcha por prevaricación, malversación y desobediencia? ¿Quién reparará la imagen bananera de Cataluña y de España? ¿Cuál será el precio de la distensión? Una cosa es segura: lo pagaremos todos, no sólo los catalanes.

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