La ciudad y los días

Carlos Colón

Cebando la bestia hispánica

SE podrá acusar de muchas cosas a Zapatero; pero no, como hace el PP, de destruir España. Nadie ha hecho más que él -completando una tarea iniciada por Aznar- para que España vuelva a ser la de siempre, la que retrataron Goya, Solana, Valle-Inclán y el Celtiberia Show. Bajo los mandatos de Suárez, Calvo Sotelo y González, España dejaba de ser different para parecerse cada vez más peligrosamente al resto de Europa. El socialismo se hacía socialdemocracia, el comunismo reconocía al Rey y la bandera, la derecha se quitaba el luto totalitario por Franco, la Iglesia reconocía sus límites, los comecuras se ponían a dietaý Cuando viajábamos observábamos con desazón que cada vez nos parecíamos más a los europeos. ¿Qué estaba siendo de la reserva espiritual de Occidente? Afortunadamente el segundo mandato de Aznar y el de Zapatero (en cada caso contando con la inestimable colaboración de las respectivas oposiciones) se han encargado de acentuar las diferencias, alimentar el espíritu de la raza y cebar la bestia hispánica.

El PSOE compra votos a 400 euros como hacían los caciques de la Restauración: el modelo de Zapatero parece ser más Romero Robledo que Pablo Iglesias. El PP hace cosquillas a los sectores más rancios de la sociedad y morisquetas al clero más reaccionario, resucitando en toda su pureza la tradición de la derecha de cerrado y sacristía. La Iglesia vuelve a desbordar los límites que le son propios, como si se sintiera más próxima al cardenal Pla y Daniel que mandó pedir en las misas por el Duce nostrum Franciscum (Franco Bahamonde, claro, no el de Asís) o al cardenal Segura que, tras la proclamación de la II República, afirmó: "Cuando los enemigos del reinado de Jesucristo avanzan resueltamente, ningún católico puede permanecer inactivo". Los anticlericales y los antirreligiosos sufren una regresión a los tiempos en que la felicidad del ser humano y el paraíso traído por la ciencia a la tierra sólo podían lograrse amordazando a los clérigos, recluyendo los creyentes en las iglesias y, si se terciaba, quemando alguna. Los medios de comunicación dan más consignas que ideas, manipulan más que informan y adoctrinan más que opinan. Los otros no tienen razón, digan lo que digan, porque son los otros; y los míos la tienen, digan lo que digan, porque son los míos. Prietas las filas, toda crítica interna es deslealtad o signo de debilidad ante el enemigo.

¿Y encima dicen que Zapatero está destruyendo España? La está restaurando en sus más añejas esencias. Los que la estaban destrozando, haciéndola más europea y menos racial, eran Suárez y González.

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