La firma

Alejandro Cerezo

Celeste sandalia

Los prismas de la Semana Santa de Málaga Cuajada de peculiaridades trinitarias, esta cofradía trinitaria haría llenar páginas y minutos deshojando cada detalle que la hace distinta de las demás

VÉANLO con los ojos fríos de quien es escéptico; de quien no tiene los prejuicios naturales de afectos por una cofradía u otra de la Semana Santa; adviértase al llegar esa cruz guía cuyos calados lóbulos vomitan un sudario liso y tendido al abismo del asfalto negro del negro Viernes. Llega La Soledad de San Pablo. Cuajada de peculiaridades, esta cofradía trinitaria haría llenar páginas y minutos deshojando cada detalle que la hace distinta de las demás. A lo largo de su relativamente corta historia, existieron numerosos cerebros que buscaron hacer despuntar la institución, especialmente en su faceta procesionista. Siempre movidos -y conmovidos- por el llanto congelado, por el trasluz de los dientes de su Dolorosa, que no puede conformarse con ser copia de una anterior desaparecida y cada Viernes Santo se erige como ecuánime, original y primigenio icono.

Delante de la frágil efigie de Pedro Moreira, y llamativo como nada, el azul celeste de sus capirotes marianos; los cofrades de San Pablo han logrado teñir de naturalidad enlutada tan vistoso color y a nadie en la ciudad resulta extraña la agitación de capirotes tan coloristas en pleno Viernes Santo. Emulando a su Patrona, calzan sandalias. Y merece, de tan hermosa Madre, tomar ejemplo literal de todas sus virtudes, hasta de sus finos pies. Zueco Ramos hizo corneta el agitar del sudario en cruz vacía; Miguel Pérez marcó de luminarias la postrera y nocturna calle Trinidad. Todo sobre la creación, maciza y muda, de Luis Bono. Un pedestal cuadrado en orfebrería teñida de flor rosa que eleva a La Soledad en la búsqueda de la respuesta no hallada.

En los años cincuenta se decide incorporar un pasaje evangélico de la vida del Señor a esta hermandad hasta la fecha netamente mariana. Entonces, el Santo Traslado cobrará tamaña importancia en la corporación que hasta en buena parte hoy, su nomenclatura sigue despojando a la hermandad de su apelativo histórico y referencia devocional. Pedro Moreira creó un honesto conjunto de figuras, caminantes entre pebeteros de incienso, que no pudo terminar. Y si algún iluso esperaba verlo finalizado, hoy advertirá que no solo no podrá ser, sino que no disfrutará ni de su proyecto a medias. Esta noche se estrena, en su lugar, un nuevo y abigarrado grupo escultórico. Distintos aires agitan el sudario de La Soledad de San Pablo y oscilan la sábana del Señor del Traslado. Las nuevas figuras son de vestir, oh sorpresa. Y su música cambia: lleva cornetas y tambores en lugar de banda de música.

El Viernes Santo en Málaga es día de luto. Viene siendo difícil, desde que las cofradías más clásicas se incorporaron a la tendencia de hacer sobrias sus salidas procesionales -entre ellas ésta de La Soledad de San Pablo eliminando pulsos, por ejemplo- ver alguna salida de tiesto en clave musical, estética o de cualquier otra índole. En mis horas de penitencia que hoy me corresponden, guardaré algún minuto en rogar por el cumplimiento de un deseo: el de que ciertas intuiciones sean solo fantasmas que campean por mi mente en el día en que Jesús ha muerto y no sea verdad que el Viernes Santo es menos Viernes, aunque con más Santos. Los minutos de la Resurrección se cuentan en los dedos de las pequeñas manos de la Virgen de la Soledad.

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