Que una moción de censura no pueda prosperar no es óbice para no presentarla. Felipe se la planteó a Suárez de la misma manera que Hernández Mancha se la devolvió. Conscientes de que no saldrían adelante, aspiraban a retratar a sus adversarios políticos en contraste con las alternativas que ellos representaban. Igualito que Iglesias, por muy nueva política que quiera ser.

Cuando Rajoy se niega a comparecer en el Congreso para dar explicaciones y Antonio Hernando, demostrando una puerilidad propia de parvulario, manifiesta que es mejor que lo haga en una comisión de investigación porque así está obligado a decir la verdad; a Iglesias se las ponen como a Fernando VII y le brindan la excusa perfecta para presentar una moción de censura a ambos partidos a la vez. De continuar con la moción anunciada, al PSOE no le quedará más remedio que cargar con toda la intensidad posible contra un gobierno que desayuna todas las mañanas las ancas de las ranas que ha criado durante años en su propia ciénaga. Pero cada vez que levante la voz en contra del PP, más difícil le será explicar que no la apoye. Salvo por la indudable capacidad de Iglesias para tocar las narices de todas las maneras posibles a aquellos a los que les propone gobernar y de cuyo apoyo no puede prescindir para hacerlo. Pablo no lo pretende. Si por un solo momento hubiese pretendido gobernar, habría esperado unas semanas a que se aclarasen las aguas en el partido socialista y se pudiera negociar con él. Por el contrario, ha preferido anunciar sus intenciones en una rueda de prensa con la misma escenografía que aquella en la que, tras las elecciones del 20 de diciembre, propuso al PSOE formarle un gobierno a su medida, para poner de acuerdo a los tres aspirantes a Secretario General en su rechazo a la moción. Habría propuesto un programa de mínimos, con el que ni por asomo asaltaría los cielos pero con el que podría invitar a Ciudadanos y al PSOE a saltar sobre la charca y sacar otras docenas de sapos.

En vez de esto, Iglesias se hará una foto en la tribuna del Congreso. Igual que Felipe y Hernández Mancha. D. Mariano repetirá la máxima de Cospedal de "que cada palo aguante su vela" y dejará que el PSOE se las componga con Iglesias; y viéndole de perfil, nos preguntaremos qué tinglado es el que realmente sostiene, mientras perderemos otra oportunidad de que algo haga contraste en el lodazal de la política nacional.

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