Calle larios

Pablo Bujalance

Ciudadana Palin

SEGURO que recuerdan (no tendrán tan mala memoria como yo) a Sarah Palin, la que fuera candidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos a la sombra de John McCain. También recordarán cierto escandalillo familiar y cómo éste se volvió en su contra después de haber desplegado una de las campañas más puritanas que se recuerdan en las últimas décadas. Resultaba obvio que la ex gobernadora de Alaska iba a sacar rédito de ambos episodios, y la maniobra ya se ha dado a conocer: Palin asegura contarlo todo en su libro Going rogue: an american life (algo así como Volviéndose rebelde: una vida americana), testimonio biográfico escrito con la ayuda de un notable periodista que, sin haberse publicado, ya es el título más vendido en Barnes & Noble. Nada de esto tendría importancia (de best-sellers está el mundo lleno) si durante la citada campaña Palin no hubiera incluido entre sus promesas electorales la retirada de las obras de dos grandísimos Williams, Shakespeare y Faulkner, de todas las bibliotecas públicas estadounidenses. La candidata consideraba a ambos inmorales y propagadores de los peores vicios y deseaba, ya ven, proteger a la juventud.

La primera vez que leí a Faulkner tenía 14 años. Me hice con El ruido y la furia en una biblioteca pública y me encontré un libro agresivo, lleno de violencia, incesto, rencor, vergüenza, veneno, sangre. Aprendí que el ser humano está hecho de estos elementos. Y Shakespeare me lo confirmó más tarde con la misma agresividad. Había que ser agresivo para dar una lección al baboso que yo era entonces. Lo que me aterra es que políticos como Palin dicten tratados de moral y se queden tan anchos. Con monstruos así custodiando la democracia no harán falta tiranos. Mi poeta favorito, Nicanor Parra, al que sirvió un té la señora Nixon en la Casa Blanca, escribió este artefacto: "Estados Unidos / donde la libertad es una estatua". Si he de enviar un libro a la hoguera, ya tengo mi decisión tomada.

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