¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Dos Cocacolas

Podemos ha vuelto a protagonizar otra charlotada que no tapa su falta de ideas e iniciativas políticas

El intento de Podemos de prohibir la venta de Coca-Cola en la cafetería del Senado tiene una base real: la protesta por el incumplimiento de esta empresa de la sentencia del Tribunal Supremo que le obliga a reabrir su centro en Fuenlabrada y reincorporar a los trabajadores. Puede parecer populista, pero proposiciones iguales o peores se han lanzado desde PP o PSOE y nadie se ha entristecido. Evidentemente, en todo este asunto se puede rastrear la tradicional inquina que nuestra izquierda más contumaz le tiene a los símbolos del capitalismo y el otrora imperio norteamericano, pero eso sería meternos en el bosque de la psicología política, del que probablemente saldríamos cojeando. El periodista Juan Manuel Marqués Perales nos recordaba ayer unos versos de Alberti -no los más afortunados, desde luego- sobre el brebaje de Atlanta: "Me basta ver la Coca Cola,/ Ese vomitivo invasor,/ Para morirme de dolor/ Lejos de mi tierra española". El sueño de la poesía, a veces, produce monstruos. No podemos resistir la tentación de reproducir otra estrofa -esta tiene más gracia-: "Y si en la farra disoluta,/ Me la tengo que beber,/ Digo también: ¡Hijaputa!;/ Qué hago lejos de Jerez".

Lo cómico o escandaloso del asunto -que cada cual se lo tome como quiera o pueda- es que, paralelamente a la protesta anti-Coke, el portavoz de Podemos-En Comú Podem-En Marea en el Senado, Ramón Espinar, ha sido sorprendido comprando dos curvilíneas Cocacolas en la cantina de la institución. En los tiempos dorados de la democracia parlamentaria europea un político podía arruinar su carrera por ser pillado con liguero y tacones en algún lupanar del extrarradio; hoy, sin embargo, basta con ser fotografiado junto a dos inocentes refrescos y con cara de hombre martirizado por el vicio para que los chicos de la prensa se pongan a disparar teletipos a bocajarro. Sea como fuere, Podemos ha vuelto a protagonizar una de esas charlotadas tan de su gusto y que parecen pensadas para tapar su absoluta carencia de ideas e iniciativas políticas.

Dicen en Podemos que en el bar del Senado sólo vende refrescos de la empresa Coca-Cola y, por tanto, Ramón Espinar no tenía otra opción para acompañar el almuerzo. Nosotros no hemos podido evitar suspirar de nostalgia al recordar esos bares de nuestra niñez, cuando el camarero preguntaba a nuestros austeros padres: - "¿Y para el niño?"-, y la voz ceñuda y patriarcal no dejaba lugar a la duda: -"para el niño, un vaso de agua".

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