Conflicto con la verdad

Todo lo que rodea a Cristina Cifuentes parece teñido del color de la sospecha y la mentira

El nuevo escándalo y subsiguiente dimisión de Cristina Cifuentes me sorprende, como solía decirse, en Madrid. La impresión general es que este desenlace de la bufa historia del falso máster, por el que nadie ha derramado una lágrima, a no ser la propia damnificada, era algo tan esperado como el trueno tras el relámpago. Pero cuando el trueno ha llegado, lo ha hecho de la forma más humillante imaginable, como diseñada no sólo para acabar con una carrera política, también, como ha apuntado el por una vez acertado Iglesias, para destruir una vida.

Una vida que, en su aspecto público al menos, ha estado siempre presidida por lo que Ángel Gabilondo ha llamado finamente "conflicto con la verdad". Todo lo que rodea a esta señora parece teñido del color de la sospecha y la mentira, desde sus continuas alharacas de honestidad y limpieza como principal argumento para su acceso al poder regional, a las torpes explicaciones cuando se ha visto sorprendida por la filtración de algunos episodios de un pasado poco ejemplar. La dimisión de ayer nos ha privado seguramente de llegar a conocer el capítulo tercero y sucesivos que, sin duda, tendrían ya preparados sus enemigos.

¿Quiénes son esos enemigos? En el caso Cifuentes hay mucho más de lo que todos están dispuestos a confesar. Los probables ajustes de cuentas en el seno del PP madrileño y las aspiraciones y juegos de poder en torno a la necesaria aunque nunca claramente abordada sucesión de Rajoy parecen los más evidentes. Pero a eso hay que sumar una izquierda nunca piadosa con el adversario y también a amplios sectores de la derecha social y cristiana a la que Cifuentes no ha perdido ocasión de agredir o ignorar en estos años. Es llamativo, sin embargo, el escaso, nulo apoyo que le han mostrado loslobbies mimados durante su controvertido mandato. Pero como ha quedado claro en estas semanas, su principal enemigo es ella misma: su falta de ética, de sentido del honor, su arrogancia y estúpida vanidad, sus increíbles mentiras incluso al dimitir justifican su soledad y el regodeo con que el pueblo soberano ha asistido a su desmoronamiento.

Curiosamente, ha sido la vanidad llevada a extremos casi chuscos lo que ha propiciado su ruina. Un máster irrelevante conseguido con medios delictivos y unos tarros de cremas de belleza robados de una estantería. ¡Qué final para una carrera que sin duda ella soñó sin límite!

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