El día de Navidad pasado cumplí 81 años. ¡Qué barbaridad y qué poca cosa! Sí, hemos realizado sueños, cumplido ilusiones, trabajos, resuelto problemas, interpretado quimeras, utopías, profundizado en lecciones, adiestramientos, realizado análisis críticos, redimensionamientos religiosos, políticos, éticos, morales. Sólo por el afán de mejorar, crecer, progresar, cambiar las cosas... No he estado solo. Mi entorno, empezando por Mari Luz para terminar en mis amigos, me ha sido siempre propicio, fiel, íntimo en la verdad y la crítica, certero y amable en el consejo. Después, el ARTE todo: la pintura vivida, sufrida y amada. Como la escultura, la música, el bel canto, la literatura -escrita y leída-, la conversación, la lectura y tantas otras certezas místicas o profanas, folclóricas o clásicas y tantas dudas investigadas o aplazadas. Total, la vida misma a 81 años cumplidos, con sus luces y sombras, azules y ocres, destellos y sofocos, como un paisaje andaluz.

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