Las dos orillas

José Joaquín León

Conspiración antizapaterista

SOMOS un país de costumbres y con mala memoria histórica. Algunos recuerdan mejor lo que ocurrió hace 74 años que lo que se decía hace 37 años. Por ejemplo, se decía: "Españoles todos: hay una campaña orquestada para destruir a España. La prensa internacional, con sus comentarios apocalípticos, nos amenaza; pero no lo conseguirán, porque nadie podrá con España". Y en la plaza de Oriente empezaban a aplaudir como locos, daba igual lo que dijeran. Todavía brillaba la lucecita en el palacio de El Pardo.

Ayer, precisamente ayer, el ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, dijo lo siguiente en la cadena Ser: "Hay una campaña perfectamente orquestada para demonizar y destruir al presidente del Gobierno, pero nadie va a destruir la imagen de Zapatero". Y explicó que "nada de lo que está ocurriendo, incluyendo los editoriales de algunos medios extranjeros con sus comentarios apocalípticos, es fruto de la casualidad, responde a unos intereses particulares".

Bueno, no es lo mismo, han cambiado algunos detalles en la teoría de la conspiración internacional perfectamente orquestada. Hemos pasado de la conspiración judeo-masónica en alianza con el comunismo internacional a unos intereses particulares, aunque imprecisos, entre los que citó a los especuladores que critican la solvencia de España para atacar al euro. Supongo que esos especuladores son los que controlan el Financial Times y otros medios afines para hacerle gratis la campaña a Rajoy destruyendo la España de Zapatero, como antes se intentaba destruir la España de Franco. Casi siempre hay alguien que se confunde a sí mismo con España, cuando le conviene.

Paquiño, como Pepiño, era galleguiño, igual que Marianiño. Son coincidencias, por supuesto. La España de Zapatero no se parece en nada a la de Franco, excepto que ambas se encuentran en el furgón de cola de Europa, con más pobreza y peores indicadores económicos, y echándole las culpas a los demás, a la primera conspiración que aparezca por el camino. Mientras Zapatero dialoga con los interlocutores sociales, a ver si llega a algún acuerdo, la vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, se reunía para dialogar con los jefes de Opinión del Financial Times, a fin de convencerlos de la solvencia de España. Hemos mejorado: ahora quieren disuadirlos, antes lo hubieran censurado.

El problema de la conspiración contra el indestructible Zapatero es que ya se han sumado algunos socialistas descarriados, como el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda; o el comisario europeo Joaquín Almunia. También hemos mejorado: en otros tiempos, a esos disidentes internos los llamaban traidores.

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