Después de tanto tiempo uno se acostumbra, pero los continuos pases de pelota que se traen la Junta y el Ayuntamiento respecto a diversos asuntos relacionados con Málaga daría para un espectáculo humorístico si tuviera algo de gracia. De entrada, ya sabemos que la misma existencia de la Junta de Andalucía sostiene el mayor granero de votos de Francisco de la Torre, quien ha encontrado a un aliado eficaz al que echar las culpas de todo cuanto no funciona en la ciudad, un poco como el nacionalismo catalán pero con aire más castizo. En este contexto, que el alcalde critique a la Junta por poner a la venta el Palacio de la Tinta con la consecuente mercantilización del patrimonio malagueño es una cuestión lógica, por más que el mismo alcalde haya impulsado la mercantilización de todo el centro histórico para brindarle una sonrisa al turismo. No pasa nada. También entra dentro del juego político que ahora sean los propietarios de los edificios los que tengan que pagar la retirada de los mosaicos de Invader después de que el Ayuntamiento, ejem, admita que no se le ocurre otra solución toda vez que la Junta también hizo en su momento lo que entraba en su competencia: lavarse las manos. Si existiera la justicia poética, Invader volvería para instalar más bichos de los suyos como armarios empotrados en las casas de los señores concejales y consejeros, aunque tampoco es cuestión de llevar la revolución más allá de las normas de la contención y el buen gusto. Ahora, son las cotorras el objeto del nuevo y tú más que se traen la Junta y el Consistorio: cada uno cree que es el otro el que debe hacerse cargo, y mientras los plumíferos continúan devorando el ecosistema los titulares de las administraciones siguen haciendo sus cábalas a ver cómo se traduce la inacción del adversario en votos propios. Si lo de Invader no lo remedia nadie, igual se le ocurre al alcalde que seamos nosotros, los contribuyentes, los que eliminemos a las cotorras con opción a puchero.

Curiosamente, donde sí que se han puesto de acuerdo la Junta y el Ayuntamiento es en la torre del Puerto. Que salga el portavoz socialista, Daniel Pérez, a pedir una rebaja de metros forma parte del mismo juego: la manteca a repartir sólo en tributos es lo suficientemente jugosa para que todos remen en la misma dirección y dejen las rencillas para cuestiones menores. El problema, tal vez, es que lo único que percibe el ciudadano al que le toca pagar de su bolsillo la broma de los mosaicos de Invader, o aguantar a las cotorras, o comerse con papas el nuevo apartamento turístico en el portal de enfrente, es que la incompetencia política y administrativa que sufre Málaga da ya más vergüenza de la generosamente soportable. La impresión más honesta que uno puede alumbrar es que el Metro llegará un día al centro y hasta al Hospital Civil a pesar de las administraciones, no gracias a ellas. Qué pena de ceguera electoralista para una ciudad sin política.

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