de rebote

José Manuel Olías

Credibilidad

NO es que esté orgulloso de ello, pero no recuerdo la última vez que voté, ni en qué elecciones. Es más, no sabría decir para quién fue la papeleta. Asumo que soy un mal demócrata. Si viviera en otro país, donde el voto es obligatorio, habría tenido que pagar alguna multa. Alguna vez por dejadez o viaje imprevisto, otras por desencanto. Uno tiene sus ideales, como tiene su equipo de fútbol, baloncesto o ciclistas favoritos. A los periodistas se les (nos) presupone objetividad. La cuestión reside en desprenderse de las simpatías o fobias para analizar la realidad e intentar ser honesto, primero, consigo mismo. Luego con los demás. Conseguirlo no es sencillo, no sólo por culpa propia.

Se avecina periodo electoral. Obras exprés, inauguraciones rápidas, tiempo para convencer con ideas o con hechos. Una parafernalia que, admito, antes me seducía. Vivía con interés las noches electorales, con las variaciones en los escaños reales respecto a las estimaciones previas. Pero es complicado encontrar a alguien, un solo político, que transmita credibilidad.

Asumo la injusticia de la generalización. Entre otras cosas, porque formo parte de un gremio, el periodístico, con una consideración social cada vez más escasa, bien ganada a pulso, aunque podría recitarles un puñado de ejemplos que merecen la pena. Pero la imagen del periodista embaucador, manipulador y carroñero cala más que la del serio y riguroso.

La brutal estafa económica a la que hemos sido sometidos y que pagarán algunas generaciones transcurre plácida aquí en España. Me cuesta creer ya las cifras del paro y que no haya una revolución social. Se nos pide un reajuste de salarios, enlazados con la productividad. Obviamente, los que lo solicitan no dan un paso el frente y asumen un recorte en sus retribuciones. Yo, al menos, no les he visto hacerlo.

Espero al grupo de políticos, no sólo uno, que me saquen de mi nihilismo. De corazón deseo que aterrice una generación en la que se pueda creer. Mientras tanto, escucharemos promesas, medidas y hechos transitorios. Y el año que viene, más y mejor.

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