calle larios

Pablo Bujalance

Cristianos de izquierdas

CADA vez que se acerca la Semana Santa, las reivindicaciones por parte de quienes profesan la fe cristiana respecto a una mayor presencia y participación en la vida pública cobran vigor. Y este año, con unas elecciones municipales a la vuelta de la esquina, el asunto reviste un cariz especial. En los foros y en los twitters se reclama tanto la puesta en marcha de proyectos políticos proverbialmente cristianos como la desvinculación absoluta de la fe y una determinada ideología asignada a priori. No pocos defienden que se puede ser cristiano y de izquierdas. El problema, me temo, es que ya no quedan ni de los unos ni de los otros. Si por cristianos entendemos a personas que apuestan por determinados valores extraídos de los Evangelios (fundamentalmente, la supremacía del individuo como sujeto inviolable respecto a cualquier organización o estructura, incluida, sí, la propia Iglesia) para la convivencia social y política, y no a beatos consolados en el dogma; y por de izquierdas entendemos a personas que apuestan por la implantación del socialismo como principal fundamento de la economía, y no a gente de buen talante, entonces sí podemos dar a ambas especies como inevitablemente extinguidas. Así que, cabría preguntarse qué significa ser hoy día cristiano de izquierdas. Cualquiera puede, digamos, ir a misa y luego votar al PSOE o a IU, pero este punto me parece anecdótico. Lo paradójico es que a cuenta de la misma anécdota se airee la tragedia de las ideologías, cuando, precisamente, asistimos a los estertores de un Gobierno que pretendió gobernar a fuerza de ideología y que ha metido al país en una de las crisis más graves de su historia. Un veterano socialista me dijo una vez que todo se fue al garete el día en que se cambiaron el yunque y el libro por el puño y el capullo. Lo mismo podría decirse del pez y la cruz. Si ya es difícil tirar de espejismos para seguir sintiéndose parte de algo, ante la traición sólo cabe decir: paren que me bajo.

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