De reojo

José María Requena

Crónica sobre la codicia

LA historia de la avaricia humana, o sea una de las muchas variables de la locura misma, es tan remota y tan densa que para la lectura sólo de su índice, cualquier lector, no ya atento sino de los superficiales, precisaría varias vidas transmigradas y con dedicación exclusiva. Y seguro que gastaría alguna de ellas solo en el sumario del último lustro, recapitulando la casuística sobre cómo fue posible vender la mismísima Torre Eiffel a tantos y tan diferentes cretinos adinerados, o sobre la miríada de filigranas en el arte de negociar con fincas irreales, hasta en países inexistentes y precios abusivos, pero en billetes que sí existían y volaron en alas de la ambición o a rebufo de la avidez. O si prefiere pasar del simple catálogo al detalle, existe una oferta literaria tan apabullante como exhaustiva, que al fin, lo que nos plantea es, ¿qué ingrediente genético atenaza a los humanos ante la avaricia? ¿Por qué hasta mentes ilustradas y coherentes se tornan tan necias ante la tentación de la riqueza inmensa? Parece que la neurociencia tiene ya sólidas pistas sobre las pautas operativas del drama (porque en drama suelen acabar esas pulsiones locas), aunque su diagnóstico no siempre sea fácilmente detectable ni mucho menos, refrenable. En todo caso, convendrán que es una adicción curiosa, máxime cuando la rapacidad opera sobre magnitudes tan vastas como las que confluyeron en la actual crisis financiera. Si a estas alturas le sigue quedando alguna curiosidad al respecto no pierda la ocasión, si se le presenta claro, de solazarse visionando la sabrosona película Inside Job, que en clave de género documental, teoriza con lucidez sobre el germen y ramificación de la miseria humana, en ese penúltimo capítulo histórico de la codicia que eufemísticamente se ha dado en llamar la crisis de las subprime. El trabajo, eso sí sazonado a la americana, o sea con profusión de datos no siempre cómodos de seguir, mereció el Oscar al mejor documental de 2010 y sin embargo no se exhibe sino en unas pocas ciudades de España, aunque puede verse íntegro en internet y no va a dejarle indiferente, no debería al menos, ver acopiadas y argüidas las causas de esta crisis o atraco económico que sufrimos, y está llevando la ruina a tantos millones de pequeñas empresas indefensas y ciudadanos rasos, entre la inoperancia de quienes disponen de sistemas e ingenios anticodicias que no saben o no pueden, pero que no usan. Y ello al margen de que al acabar, no sepan qué hacer con su indignación, que es lo que tienen muchas de estas cosas del saber. ¡Qué pena de mundo, en el que resulta ya más viable curar el cáncer, que controlar la codicia!

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