Cuento de Navidad

Hacer política mientras unos dan explicaciones por gastos actuales y otros penan por los pasados es patétito

Cuando Charles Dickens escribió su magnífica obra victoriana Cuento de Navidad, acerca de como al anciano Scrooge se le aparecían sus fantasmas del pasado, nunca pudo suponer lo premonitorio de estos escritos y años después, el propio presidente del gobierno de España, viviría su peor pesadilla gracias a las herencias envenenadas de tiempos pretéritos. Sólo con observar la foto del último gobierno de Aznar se podría llenar la biblioteca nacional para albergar todos los expedientes jurídicos, pruebas y condenas que están siendo capaces de generar.

Tratar de hacer política mientras unos dan explicaciones por sus gastos actuales y otros penan por sus gastos pasados es patético. El ciudadano de a pie se ve sorprendido cada día por la cansina y sempiterna vida de lujo y excesos de la clase política, y eso difícilmente se conjuga con la vida normal de la gente. Ni el chalet de Galapagar, ni la mansión de Waterloo, ni el ático de Estepona, ni el palacio de Doñana pueden servir de excusas para el descanso del guerrero, porque la democracia que tanto costó alcanzar no nació para costear todo esto.

Hasta ahora las condenas que nos llegaban parecían vaticinar un cumplimiento de la ley y un respeto a las normas. Pero cuando éstas superan la cincuentena de años hay algo extraño en ellas. ¿Si asesinar a inocentes se paga con menos tiempo que la corrupción, no será que nos estamos haciendo trampas al solitario? La sensación es que cada día se castiga todo con más años, pero se cumplen menos. Si la justicia nos ofreciera el porcentaje real de tiempo en prisión que hoy se está viviendo, probablemente nos sorprendería. Ver condenas de 800 ó 1000 años a etarras que salen en un par de décadas es una incoherencia por lo que, proporcionalmente, los condenados a 50 años del caso Gürtel pasarán apenas 12 meses.

Y en medio de este calvario, el PSOE impulsa una moción de censura. La excusa de que se lo impone la realidad es un auténtico boomerang. Porque bajo este razonamiento, y teniendo en cuenta que dentro de poco saldrá la sentencia de los EREs y de los Cursos de Formación en Andalucía, el PP también se vería forzado a hacer lo mismo. ¿Y que papel tendrían todos los partidos que hay alrededor, a sabiendas de que todo pacto con las principales fuerzas políticas es actualmente un arma de doble filo? Una auténtica incógnita, pero mientras tanto sigamos viviendo el espectáculo.

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