La ciudad y los días

Carlos Colón

Damnatio ad bestias

Acuento de qué han tenido que agregar a la desgracia la humillación?, se preguntaba ayer mi vecino en este adosado de papel. Se refería, en un artículo que comparto, a la vergonzosa decisión de los directivos del Museo de Figuras de Cera de Madrid de convocar a la prensa para convertir en un show la retirada de la figura de Marichalar. Con mucha razón José Aguilar comparaba el numerito a la mutilación estalinista de las fotografías en las que los caídos en desgracia (lo que dicho en comunista quiere decir caídos en la fosa) iban siendo borrados hasta quedar casi solo el dictador. También hubiera podido citar la "damnatio memoriae" (condena de la memoria) que dictaba el Senado romano como castigo de los traidores: su nombre era borrado de las inscripciones, su mención quedaba prohibida y sus retratos se destruían.

Pero lo de Marichalar, teniendo que ver con esto, tiene más que ver con otra damnatio romana: la damnatio ad bestias que consistía en echar a los condenados a las fieras para que la plebe que llenaba los anfiteatros se divirtiera viendo como eran devorados. Llámese en este caso bestias a una facción del periodismo, plebe a la audiencia y televisión al anfiteatro. Porque si causa repugnancia la decisión de los directivos del Museo madrileño, no menos asco daba ver a los informadores -permítanme que lo ponga en cursivas- correteando alrededor de la figura pidiendo que la pusieran en esta o aquella posición para sacar planos más grotescos.

Marichalar ha sido víctima en efigie -la cosa también tiene algo de inquisitorial- de esa damnatio ad bestias que cada día arroja inocentes a las fieras para diversión de la plebe audiovisual. Este mismo fin de semana prosiguió la damnatio ad bestias de Lina Morgan, gran profesional de reconocida y esforzada trayectoria a la que de nada le ha servido hacerse famosa por su trabajo sin traficar jamás con su vida privada. Los periodistas (sigan permitiéndome las cursivas) de Dónde estás corazón siguieron exprimiendo testimonios de gentes que trabajaron para la actriz y ahora acuden a los platós para ponerla como los trapos; y no en lo que se refiere a su vertiente artística, sino en lo que afecta a su vida privada y hasta su carácter. Gracias a ello lograron una audiencia de 1.736.000 espectadores que les situó en los talones de su competidor, Sálvame de luxe, que, recogiendo las confesiones de la ex de un famoso, logró una audiencia de 1,8 millones. Afortunadamente el programa cómico de José Mota vapuleó a los dos con 3.793.000 espectadores. Aún hay esperanza de que la risa venza a las bestias.

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