LAS EMPINADAS CUESTAS

Amparo Rubiales

La Declaración de Cádiz

HACE unos días se celebró en Cádiz la II cumbre europea de mujeres en el poder, acontecimiento de singular importancia, el segundo de esta naturaleza que se realiza tras la cumbre de Atenas de 1992, en la que veinte líderes políticas de la UE hicieron una declaración determinante para la igualdad y el acceso de las mujeres a los puestos de responsabilidad política: lo que se conoció como democracia paritaria (ninguna representación debía ser superior al 60% ni inferior al 40%). Destacaré que en ambas reuniones las líderes lo eran de partidos de derechas e izquierdas. Pues bien, a pesar de los esfuerzos realizados, y el tiempo transcurrido, la media de representación de mujeres, en 2008, en los parlamentos europeos es de sólo el 24% y en los gobiernos del 26%.

Aunque lo que más se destacó fue la ausencia clamorosa de mujeres en el mundo de la economía, las finanzas y la dirección de las empresas. En los consejos de administración, la representación media es tan sólo de un 11%, y hay países con presencia mucho menor. La dura crisis económico-financiera que estamos atravesando las mujeres no la hemos provocado. El primer punto de la Declaración de Cádiz dice: "estos tiempos de crisis ofrecen una oportunidad única para el cambio, ya que la igualdad entre mujeres y hombres es una condición previa para el crecimiento sostenible, el empleo, la innovación, la competitividad y la cohesión social."

En esta reunión, en la que participé, se habló de muchas cosas, y estuvieron presentes líderes políticas de casi veinte países europeos, de todos los colores políticos, con mayoría conservadora como son los gobiernos de la UE, y la unánime Declaración termina diciendo: "Hacemos un llamamiento a los gobiernos de los 27 Estados miembros, a las instituciones de la UE, a los agentes sociales y económicos, a los medios de comunicación, a las instituciones académicas y científicas y a todos los hombres y mujeres, para que remuevan los obstáculos que impiden la plena participación de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad y su acceso y permanencia en los puestos de toma de decisiones, contribuyendo así a sociedades más justas, más iguales, más inclusivas y eficientes".

Esa cumbre la hizo posible una andaluza, joven, capaz y resistente, la ministra de Igualdad, que, junto con su equipo, dirigió y logró un importante consenso. Su discurso, y, al día siguiente, el de otro andaluz, el presidente Griñán, un hombre consciente de la necesidad de acabar con la discriminación, marcaron el objetivo que debe guiar el esfuerzo diario de nuestro trabajo: la igualdad o es real o no es igualdad.

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